"FUTILIDAD O EL NAUFRAGIO DEL TITÁN", DE MORGAN ROBERTSON

Desconozco si este libro ha sido o no famoso en el mundo entero y si es de siempre o sólo de ahora, desde luego parece que en España no porque yo conocí de su existencia apenas hace un par de meses y, de hecho, la edición que he leído se ha publicado en este 2024. Lo cierto es que más allá de su valor literario está clasificado por su rareza y porque contiene una inquietante premonición.

Ya digo que como raro se calificó en un espacio literario de una emisora de una radio generalista por parte de una experta, con lo cual puede que su difusión haya sido escasa un poco a contracorriente de lo que contiene. Y es que aunque parezca increíble con catorce años de antelación al hundimiento del Titánic el escritor estadounidense Morgan Robertson fue capaz de plasmar en una novelita el trágico suceso de un transatlántico de lujo que se hundía a causa de un iceberg cuando hacía su travesía entre Estados Unidos e Inglaterra, transatlántico que tenía el nombre del Titán.

Sería de todo punto inquietante que el que le puso el nombre al Titánic hubiera conocido esta novela, sería de locos, con lo cual doy por hecho que eso no ocurrió, atendiendo a que las producciones literarias no tenían la difusión de hoy, porque de no ser así, bautizar Titánic a un barco existiendo una novela que presagiaba un suceso terrible sería tentar la suerte demasiado, partiendo de la base de que existen infinidad de nombres épicos que se les puede poner a una embarcación.

Los azares no acaban ahí, las dimensiones del barco, el número de pasajeros, la insuficiencia de botes salvavidas, la existencia de una banda de música o la espesa niebla antes del fatal desenlace son otras de las increíbles coincidencias que tiene este libro. Y para colmo tiene una historia de amor latente, pero esta no es obviamente ni la de una realidad que desconocemos, ni la de esa historia que vimos reflejada en la célebre película. Desde luego que con todas estas premisas que este libro haya permanecido teóricamente en el olvido con el bombo que siempre tuvo este suceso, acrecentado por la película y por el centenario del hundimiento, es algo sencillamente asombroso.

Hasta ahí las coincidencias y ahora cabe comentar algo sobre su argumento. Se trata de una novela corta, apenas ochenta páginas, muy sencillita de leer y casi diría que de resumir, porque el autor no se va por las ramas, existiendo un argumento central y ninguna subtrama.

De algún modo también quiso el autor plasmar lo que en el futuro sería la aclamada película de James Cameron, y es que hay un amor imposible entre personas de clases sociales distintas. Hay un protagonista principal que es el marinero John Rowland y, por otra parte, está Myra Gaunt, su antigua novia. De hecho este es el punto de partida y casi el hilo conductor de la trama, y es que la relación entre ambos no acabó bien en el pasado, de hecho, Rowland amenazó a Myra en aquel momento crítico en que ella lo rechazó a él en términos parecidos a que todo el mundo habría de sufrir el mismo padecimiento que el que él había tenido.

Ahora se encuentran en el Titán, han pasado unos años, Myra ha rehecho su vida, tiene un marido al que quiere y además con dinero, George Selfridge, y tienen una adorable niña que lleva el mismo nombre que la madre. Y ese encuentro para Rowland es una estocada en toda regla, de hecho, está en el barco como una salida a una vida en tierra nada parecida a modélica, se había convertido en un tipo problemático, bebedor y siempre metido en grescas.

La parte puntual del accidente del Titán que sirve de soporte a la historia principal nos cuenta que el barco era una especie de tanque marino que avanzaba a toda máquina sin mira siquiera lo que pudiera haber delante porque era el Titán y porque era un matón, cómo no, el mejor transatlántico de su época. Tal y como podría imaginarse, en uno de esos embates de furia y de llevarse por medio todo lo que se interpusiera en su singladura, destrozaron y mataron a un número indeterminado de personas del barco Royal Age. Los mentecatos del capitán del Titán y sus allegados obviamente tratarán de acallar el incidente pero se encontrarán con que Rowland es un rebelde para lo bueno y para lo malo que no está dispuesto a dejar en el anonimato este terrible suceso cuando llegue a tierra. Aprovechando su fama de borrachín y el problema que ha tenido con Myra lo drogarán para que cuando desembarquen se le pueda dar por inválido su testimonio.

Al poco tiempo, se entiende que en cuestión de horas, chocarán contra un iceberg, motivado por la velocidad extrema del barco que da poco margen a la rectificación, máxime cuando hay una niebla espesa, y se pondrá de relieve el caos que sucede al naufragio. Curiosamente John Rowland logrará salvar a la pequeña Myra en mitad de toda la confusión, yendo a refugiarse en el propio iceberg, convertido en una isla donde pueden sentirse moderadamente a salvo.

En esa inopinada isla, Rowland se enfrentará a un oso polar al que logrará matar, en un alarde épico del que el novelista no evito resistirse dándole ese tono de novela de aventuras, no sin que antes hubiera herido a la niña y especialmente al propio Rowland de forma grave puesto que perderá uno de sus brazos.

Recogidos por un barco a los varios días, habiendo sobrevivido en unas condiciones bastante precarias y con la niña en sus brazos, convertido casi en su padre, tendrá que enfrentarse en Londres al asedio de los propietarios del barco (curiosamente el abuelo de la pequeña Myra) y de la compañía de seguros.

En un rocambolesco giro de los acontecimientos y sin que Rowland resulte de todo esto como un héroe, vuelve con la niña a Nueva York, con la idea de encontrar a la madre, pues sabe que se ha salvado pero no el marido, y allí la historia, en las últimas páginas del libro volverá a ponerse fea para nuestro protagonista, pero… eso sería destripar mucho y animo a los que me siguen que lean esta novelita para adivinar lo que ocurre.

Y más allá de ello y como he comentado al principio, también leerla es trascender por el mismo hecho de que habremos asistido a la curiosa experiencia de acoger la existencia de un libro que fue el preludio del mayor naufragio de la historia reciente de la humanidad y, sin duda, el más icónico.

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