"LA DAMA DUENDE", DE CALDERÓN DE LA BARCA, VERSIÓN FERNANDO SANSEGUNDO

Ya estaba echando de menos mi cita con los teatros; el tiempo de verano y los meses posteriores parecen de apatía, de cansancio posestival, la maquinaria institucional ahora comienza a engranarse y a invitarnos a nuevos eventos culturales, y muchas veces se junta todo, tantas semanas de sequía y de momento no lo puedes abarcar porque en un día tienes varias opciones y en una misma localidad.

Pues me llamó la atención esta obra de teatro, se ha convertido en una costumbre del teatro moderno la relectura de obras clásicas, enfocadas con una mirada distinta, actual, a modo de laboratorio en el que un autor ensaya cómo se desenvolvería alguna representación célebre en el mundo de ahora, cómo evolucionarían los personajes o si nos chirriaría la trama.

Y aquí tenemos a «La dama duende», una de las míticas obras de Calderón de la Barca, convertida en un serial radiofónico de los años 50, en esa revisión actualizada de su historia y de sus personajes. Probablemente para los que conocemos algo de la obra podemos decir que buena parte de los principios morales que la ambientan son perdurables, hemos cambiado mucho a lo largo de los últimos cuatro o cinco siglos pero algunas cosas son invariables, digamos que el espíritu de los fundamentos morales son bastante persistentes.

Esta versión es del actor y dramaturgo Fernando Sansegundo y diría, por ir adelantando mi veredicto, que si no es una adaptación fallida poco le falta, y muy a mi pesar porque no me gusta opinar mal o regular de una representación que me merece todo el respeto por el esfuerzo interpretativo.

Para empezar primero hemos de aterrizar en el contexto, porque uno no sabe exactamente a qué se enfrenta, y ya de principio recibes un escenario que es el de una emisora de radio presta y dispuesta para una grabación. No obstante, los personajes graban y actúan a la par, hasta ahí bien, en una licencia de la propia versión lo podemos aceptar, pero el inicio es un poco caótico y si no sabes de qué va el clásico no lo pillas.

No sé si está hecho adrede o es un error pero los personajes se van presentando sobre la marcha y yo sanciono que debiéramos haber tenido unos datos previos o haberlo plasmado de una forma más evidente su carácter en las primeras escenas; aun así avanzamos y nos damos cuenta de que algo no está encajando, yo no me estaba divirtiendo.

Mientras veía la función me preguntaba si estaba entendiendo la obra en dos sentidos, el primero, muy simple, era simplemente saber si me estaba enterando de la trama y a ratos no porque la notaba muy errática y deslavazada; y el segundo, es más profundo porque directamente no he entendido el porqué de esta versión ya que se podían haber hecho muchas relecturas y esta la percibo muy «todo cien», y cuando uno quiere llegar a mucho al final no alcanza nada. Y que conste que mi opinión no es de experto, es de un mero aficionado y en descargo de director, escritor, actores y equipo técnico, mi bitácora tiene un ámbito limitadísimo, casi privado.

Empezando por lo último, ese «todo cien» se caracteriza porque no he entendido muy bien que esa relectura, salvo por otra licencia de la adaptación, tenga diálogos con lenguaje de hace varios siglos y se conjugue con elementos modernos (reitero que los personajes viven en los años 50 del pasado siglo), pero peor que eso es que una comedia de capa y espada, tal y como está concebida, y yo que critico mucho que la gente se ría en las representaciones sin venir a cuento, aquí directamente es que ni se ha reído, y no puede ser, no puede ser que la versión de una comedia, que lo es de todo punto, apenas nos haga sonreír, es que no la hemos entendido. Si acaso el personaje de Cosme, el criado de don Manuel, un tipo borrachín, achispado e inocente interpretado por un genial Rafa Núñez, es el único que provoca apenas una mueca risueña en el público.

Y para rematarlo todo la obra tiene unas licencias vanguardistas, tal vez surrealistas, que tampoco las he entendido, personajes que bajan las escaleras del escenario o que entran al teatro y van interpretando por los pasillos, o cuando paran para meter esos anuncios propios de los seriales de antaño, o la interpretación de la canción Siboney, totalmente fuera de sitio. Tampoco le he visto sentido a escenas que se repiten, una en concreto, que yo creo que despistó a todo el mundo, y también alguna que otra vuelta cronológica hacia atrás, demasiado artificio para una representación con muchos detalles para desorientar al espectador.

Si algo salva la obra es que está muy bien interpretada, y no es fácil, porque es una obra larga, casi dos horas y yo diría que excesivas, y hay muchas escenas muy rápidas que exigen una buena coordinación entre los actores, quizá mérito del director Borja Rodríguez. Aunque también he de decir que en esta versión hay personajes que sobrarían, no aportan casi nada en la trama, es más, yo diría que la embarullan más.

Y de «La dama duende» de Calderón se nos queda una adaptación muy ligera, doña Ángela es viuda y vive con sus dos hermanos que protegen su honradez (aunque en esta versión ni se da esta información sustancial) se enamora de don Manuel (en esta obra el encuentro en la calle es casi un flechazo, de todo punto inexplicable), un amigo de la familia, que se alojará en su casa, y la protagonista puede acceder a la habitación del invitado a través de una puerta secreta mediante un mueble que se mueve, y allí ella dejará señales a su amado que no sospecha el engaño y este pensará que hay un duende en su estancia.

Incluso el final tiene un punto vanguardista que, dado el lío al que nos ha llevado el «todo cien», tal vez era la salida más diligente para una versión que me ha dejado con un sabor de boca regular.

Nunca doy puntuaciones pero si tuviera que dar un nota le daría un aprobado justo, un cinco pelado siendo muy benévolo, en esta representación que el pasado 9 de noviembre en el Teatro Principal de Andújar, solo.

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