«La piel infiel» es una novela que gravita sobre la infidelidad. Sobre la infidelidad y determinados tópicos y realidades que la ilustran. Es una novela actual, ¿realista?, en bastantes tramos es evidente que sí, pero más que por cómo se desarrolla, que puede ser más fantasioso, lo es por los motivos para cometer una infidelidad, esos están latentes hoy en nuestra sociedad.
Sé que muchas mujeres, no tantos hombres, porque me lo han expresado unas y otros, dan por aceptado que el hombre es más infiel que la mujer, lo cual es en su propia concepción una falacia, porque o hay muchos hombres en el cotarro o algunas mujeres muy promiscuas, y esto taxativamente no es tal. Esto es, en la mayoría de las ocasiones un hombre es infiel con una sola mujer, y una mujer es infiel con un solo hombre, con lo cual esta es solo una percepción incorrecta.
La traducción de esto tiene algo más de antropología, de tradición y de machismo. Sí, porque el hombre tiende a alardear de sus conquistas y la mujer es mucho más discreta. Es casi como si al hombre no le gustara que su exacerbado ego quedara en el anonimato, incluso lindando con el riesgo de que su esposa, mujer o pareja se entere; y la mujer, por su parte, en la misma tesitura, lo ve casi como un error y como algo que se debe llevar con la más absoluta de las discreciones. Dicho esto, he conocido hombres que son infieles (y que me han ilustrado ególatramente con sus conquistas) y no creo haber conocido a una sola mujer infiel, o al menos que a mí me haya trascendido. Parece que socialmente está moralmente aceptado que un hombre sea infiel y no tanto una mujer.
Pues bien, Emma no es que quiera ser infiel pero cuántas mujeres y hombres en un determinado pasaje de su vida traspasarían la barrera de «lo prohibido». Los ingredientes sí que responden a causas que pueden ser comunes o cotidianas hoy, incluso el modo en que espiritualmente se administra una infidelidad por un hombre o por una mujer.
Emma lleva una vida perfecta, un buen trabajo de gestora en una empresa de mercadotecnia, se siente realizada, buen sueldo, un buen hombre en su casa, fiel, guapo, con buen trabajo, se llevan muy bien, pero…; ahí está el problema, en que todo es tan perfecto que es rutinario, lo típico, todo se repite cada día, anodino, un día de la marmota multiplicado hasta la saciedad, el piloto automático puesto desde hace mucho tiempo sin haber reparado en ello, la falta de alicientes, de imaginación, de intentar cosas nuevas cada día (es difícil, yo lo he intentando y lo he conseguido con mis parejas, aunque a veces es inevitable caer en la monotonía, de hecho, mis rupturas no fueron por la monotonía, creo)…
Así que cuando Emma conoce a un empresario que viene a la empresa en la que trabaja a poner en marcha una campaña publicitaria y hay un indicio, ese indicio que es fácil de ver aunque puede ser difícil que ocurra, esto es la vida misma, pues ambos tienen ganas de que ocurra, de traspasar ese límite y de meter adrenalina en sus existencias que se desenvuelven con la trayectoria de un encefalograma plano, todo se dispara.
Alexis es el objeto del deseo, la novela está contada en primera persona, desde la visión de Emma, y este hombre llega a su vida dispuesto a sacarla de esa zona de confort insulso. Mayor que ella, unos diez o doce años, pero con atractivo, hombre de mundo, desenvuelto, independiente, culto y despidiendo hormonas de machote. El indicio está, de eso se dan cuenta los dos, cualquiera casi se ha percatado en su vida de que eso ocurre, yo también, y los dos quieren, puede que uno no hubiera querido, pero aquí sí.
Cuando los escarceos previos dan lugar a la confirmación, todo puede ir tan rápido como uno se imagine, curiosamente esto también me ha pasado, y a partir de ahí el desenfreno, la pasión, la lujuria, el sabor de lo prohibido y el placer llevado a otra dimensión.
Como en toda historia que nos podamos imaginar de este cariz, lo mejor es al principio, los encuentros furtivos que, por cierto, se producen en las oficinas, dan lugar a todo tipo de fantasías, el morbo también hace que el placer se decore con esa pátina de clandestinidad que hace que los sentidos se sientan hiperestimulados.
A partir de un momento la autora, Lara A. Serodio, nos presenta una disyuntiva, el cómo están viviendo cada uno de estos personajes su infidelidad. Emma quiere más, ¿es porque es mujer o es porque es esa mujer?, es decir, ¿toda mujer por el hecho de serlo desea que esa historia trascienda y pase de sexo a amor? Por su parte, Alexis es un hombre casado que perdió hace unos pocos años a su única hija y casi se siente obligado a no abandonar a su esposa y que todo lo que ocurra fuera de su matrimonio es solo sexo y nada más, ¿esto también ocurre en la realidad?
Y Emma se implica y su cabeza es una centrifugadora de sentimientos y castiga a su pareja, él no tiene la culpa más allá de la monotonía implícita de una relación que ha entrado en el punto muerto, a la par que intenta que los esporádicos encuentros sexuales con Alexis tengan un formato más confortable que el del incómodo mobiliario de una oficina, pero Alexis no quiere o no puede dar ese salto, y Emma se ve frustrada, pero perdona porque le puede la pasión.
Toda pasión, por intensa que sea, también tiende a racionalizarse, a normalizarse, y perderá fuelle, es casi química, y Emma ve que no avanza, es solo sexo y no sabe si quiere quedarse ahí, no ve contrapartida, está en ese momento de la vida, que no a todo el mundo le llega, de crisis de existencia, y necesita tomar una decisión.
«La piel infiel» es una novela que es la vida misma, es peligroso pensar con la piel antes que con la cabeza, pero a todos nos ha pasado casi sin querer, y la mayoría de la gente termina poniendo la mente en primer lugar, del otro modo, en lo prohibido y lo secreto se sufre, yo sufriría. Mientras tanto, Emma se lo ha pasado bien, pero las heridas psíquicas trascienden más.
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