Otra novela pequeñita comencé a tener entre manos hace apenas diez días, y ya la he liquidado, por corta y por interesante, que ambos aspectos se conjugan para correr uno. Creo que la vi expuesta en alguna librería de algún pueblo del Camino de Santiago que hice el pasado mes de noviembre, me llamó la atención, ni recuerdo el porqué.
Cuánto conocimiento me queda por lograr y que obviamente no lograré alcanzar; que no conociera yo a esta autora, Aurora Venturini, demuestra que soy más corto de lo que mi ego imagina. Esta autora argentina pasó buena parte de su vida en el exilio, concretamente en Francia, donde se codeó con lo más granado de la cultura de ese país, Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre o Albert Camus, aparte de ejercer de traductora de un notable elenco de escritores franceses del siglo XX.
Dos elementos sorprenden en esta inspiradora novela, la primera es que la autora la escribiera con 86 años, demostrando una lucidez sin límites, y la segunda porque teóricamente se desarrolla sobre 1940 y, en realidad, podría haber sido una historia de hoy día. Y sí, Aurora Venturini confirma que no hay edad para escribir y que esta novela la podría haber escrito también una persona joven y no habríamos encontrado diferencias, es más, es que realmente, por cómo se desarrolla y por el lenguaje, podríamos imaginar que la escribió alguien que comienza a adentrarse en el mundo de la literatura.
Y es que podría decirse que la novela es actual pero también un tanto atemporal y sobre todo las tramas podrían haberse sucedido en cualquier escenario de nuestros días, porque lo relevante de la novela son las interacciones de los personajes más que el ambiente, y los seres humanos no cambiamos con el tiempo, tenemos las mismas virtudes y defectos que nuestros ancestros.
Yuna, que es la narradora en primera persona y protagonista de la novela, vive con su madre y su hermana Betina, en una familia que podríamos decir disfuncional. El padre las abandonó, la madre da clases particulares y Betina es minusválida, gran dependiente, va en una sillita de ruedas y tiene numerosas malformaciones, amén de que mentalmente se desvela que tiene apenas el intelecto de un niño pequeño. También Yuna tiene algún tipo de minusvalía, probablemente en el habla, una dislalia como expresa ella, aunque como escribe, ese matiz se disipa.
Y Yuna nos cuenta su vida con un lenguaje desenfadado pero también como una revelación de que intenta cultivarse año tras año, mirando el diccionario para ir mitigando sus deficiencias y limitaciones y para que pueda expresarse cada vez mejor y también escribiendo adecuadamente, porque ella misma se dirige a nosotros manifestando que la perdonemos porque no se habitúa a poner los signos de puntuación correctamente o ni siquiera los pone, con lo cual en la escritura denota cierta tendencia a escribir un poco para sí, con localismos y mucho pensamiento interior. Y nos ofrece una lectura muy amena, como de andar por casa, muy íntima, desgarrada y poética a la vez.
Nuestra protagonista evoluciona desde la adolescencia a la adultez y nos narra las vicisitudes de su familia y de su vida. La familia disfuncional es rara en sí, ya lo es ese concepto de familia monoparental, una madre con una profesión un tanto atípica, y sobre todo la enfermedad de la hermana, a la que ciertamente odia porque es normal, sin duda, como veremos después, es un alarde propio de la juventud, de la crueldad que uno atesora cuando se cree el centro del mundo.
También es rara Yuna en su propio ser y en su propio desarrollo, y se nos revela como una magnífica artista plástica, así lo prevé un profesor suyo, y así ocurrirá.
Vamos viendo las interacciones de Yuna con su familia amplia, unos tíos un poco raros, y también otros con dos hijas, la cual una de ellas se quedará embarazada, le harán un aborto clandestino y morirá a los pocos días de la intervención. La hermana de la finada, su otra prima Petra, la introducirá en el conocimiento de la sexualidad, hasta ahora desconocido para ella; cabe imaginar que en aquella Argentina de mediados del siglo pasado no había una alegría económica en la mayoría de las familias, y la salida para Petra es la de hacerse prostituta.
Como una continuación de la amistad entre Yuna y su profesor, un buen día este propondrá a su madre instalarse en su casa, como pensionista, y con el compromiso de ayudar a Yuna en su trayectoria artística y cuidando de Betina.
El profesor intimará tanto que dejará embarazada a Betina, y lo obligarán a casarse con ella; el bebé nacerá muerto y al poco tiempo morirá Betina, y también su madre. Mientras tanto, en esa evolución de la protagonista acabará por querer a Betina, superados esos rompecabezas mentales propios de la juventud.
Todo el universo de Yuna se vendrá abajo en cierta forma, si su vida profesional avanza con cierta holgura su vida personal es un caos notable. Su vida, el libro, es un constante descubrimiento personal acerca de la personalidad humana, los retos vitales, la sexualidad, la ruindad, el fracaso y también la esperanza.
Yuna o Aurora Venturini, porque he leído por ahí que hay partes autobiográficas, nos proyectan una libertad que ansía después de tantos obstáculos en la vida.
El cómo lo cuenta es tan fuerte como divertido, porque o nos tomamos la vida como un juego de rol donde sabes que te van a ocurrir cosas dolorosas y te las tienes que tragar, o nuestra vida puede ser un valle de lágrimas. Todo lo doloroso hay que afrontarlo con dignidad, incluso tomándoselo uno con cierto desenfado.
La novela ganó varios concursos, en España fue de los libros más leídos en 2010, año en que se publicó. Un relato revelador, estresante a ratos, aunque se compensa con el perfil bajo de la narradora que se desenvuelve con genial donosura en un escenario donde casi es un milagro salir a flote en un constante naufragio vital. La novelista fallecería en 2015.
También se convirtió en obra de teatro unos años después.
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