"REVANCHA", LA SERIE QUE CUENTA CÓMO LA MÁQUINA (DEEP BLUE) VENCIÓ AL HOMBRE (KASPÁROV)

Dentro de las muchas aficiones que jalonan mi vida hay una realidad que tengo clara y es que con el ajedrez, que me gusta mucho, ya he llegado a mi máximo nivel de conocimiento. Impulsado por aquel Torneo de ajedrez de Linares, el que se llamó el Wimbledon del ajedrez, desde niño me interesé por este deporte ciencia, jugué mucho, me compré libros, estudié y fui dejándolo todo, casi abandonándolo, hasta hoy que apenas juego (con una aplicación de móvil) de vez en cuando y sigo, cuando puedo, grandes torneos.

Con todo puedo decir que tengo unos conocimientos razonablemente aceptables sobre ajedrez, es verdad que juego mal, porque no practico y no estudio, porque la vida no me da para más, pero tengo cierta capacidad de análisis y estoy bastante al tanto de lo que se sucede en el mundo del ajedrez.

Para los medios de comunicación el ajedrez es un deporte menor, aparece anecdóticamente en las noticias, y nunca para anunciar la noticia de la consecución de algún torneo o campeonato, y sí para destacar alguna ida de olla de algún ajedrecista, que a veces las hay, pero eso es coger el rábano con las hojas. Por poner un símil que me cabrea mucho, ya saben que me gusta mucho el hockey hielo, pues el 100% de las noticias que salen en espacios deportivos es para mostrar una pelea, lo cual ocurre inevitablemente pero tampoco es tan normal.

El ajedrez es verdad que tiene cierto punto friqui, el de los ajedrecistas, tachados de gente un pelín rara; un deporte que, en su esencia, no lo es tal y alrededor del mismo se genera todo un ambiente un tanto extravagante que hace que sea noticiable lo extradeportivo, así ha sido a lo largo de la historia, hablar de la historia del ajedrez es hablar de todo lo que sucedió allende los tableros.

Y es que el ajedrez apenas podrá ser un espectáculo de masas por la propia dinámica que tiene, las partidas son largas, aunque los jugadores están obligados a hacer un determinado número de movimientos en cierto tiempo, ello implica que en el ajedrez clásico una partida puede durar tres horas y un jugador puede tardar a veces más de un cuarto de hora en mover, lo cual es poco atractivo para el que no sepa de lo que va, y ahí que saber un poco para apasionarse.

Pues bien, con la serie de HBO «Revancha» se cumple la máxima anteriormente citada y es que trata sobre uno de los acontecimientos más relevantes de la historia contemporánea del ajedrez, y es el momento en que allá por 1996 Kaspárov, el que en aquella época era el campeón del mundo y mejor jugador de ajedrez, se batió en una serie de partidas contra Deep Blue, una máquina desarrollada por IBM en lo que se vendió como el desafío de las máquinas contra la mente humana.

En la realidad Kaspárov ganaría el primer duelo a seis partidas por 4 a 2 en Filadelfia, y en una revancha solicitada por IBM la máquina vencería por 3,5 a 2,5 en Nueva York. Yo recuerdo que viví con cierto interés estas partidas, incluso las llegué a analizar, tenían su aquel, y por qué no, yo también compré el titular de los medios de comunicación, el hombre contra la máquina.

Dicho esto, voy a empezar por el final, hoy por hoy la máquina supera al hombre en el ajedrez y en cualquier cosa, porque aunque sea una perogrullada las máquinas, creadas por nosotros, nos ayudan a todo, corren más que nosotros, vuelan, calculan más que nosotros y, en definitiva, nos hacen la vida más fácil. Es indudable que esa calculadora que utilizábamos cuando íbamos al colegio, hacía operaciones instantáneas que la mejor de las mentes humanas tardaría un tiempo, por lo tanto, ninguna sorpresa la de que un ordenador normalito ya pueda batir fácilmente a cualquier gran maestro del ajedrez

De hecho ya hay programas accesibles y gratuitos que puedes tener en tu móvil que ganarían por aplastamiento al mismísimo Magnus Carlsen, número uno mundial en la actualidad. Esta diatriba en su origen está obviamente superada, ningún ajedrecista se enfrenta a una máquina, más bien al contrario, se apoya en ella para aprender, para ser más fuerte. La capacidad de cálculo de los programas de ajedrez es brutal.

Pues bien, esta producción francesa ilustra esta serie de partidas que finalmente acabó con el titular, hoy más que trasnochado, de que la máquina superó al hombre. Yo diría que para un conocedor del ajedrez la serie tiene bastante de artificioso y de producto televisivo, que te deja un punto de cabreo; para el que no sabe de ajedrez puede ver la serie y puede gustarle, porque como producción está bien hecha y tiene su ritmo.

La primera cuestión que llama la atención a cualquiera que sepa de ajedrez es que los movimientos no se suceden con la rapidez con la que aparecen en la serie, algo que tiene lugar de manera inmediata, lo cual le resta autenticidad, salvo por problemas de tiempo.

La segunda cuestión es que hay una serie de cuitas internas entre ambos equipos, el pequeñito de Kaspárov, con su madre y su representante, y el grandioso de IBM, con el arquitecto computacional Feng-hsiung Hsu a la cabeza, una directora estratégica y todo un equipo de ajedrecistas de primer nivel entre los que se encontraba en la realidad el español Miguel Illescas, aunque en la serie no se muestra. En la serie hay auténticos peleones para hacer más atractiva la narración, porque Kaspárov se presenta como un desquiciado incapaz de controlar sus emociones, de abstraerse de las estratagemas de IBM y casi obsesionado con que lo vigilan por todos lados. Por su parte los de IBM se nos presentan como la fuerza bruta centrada hasta el límite en ganar, ganar y ganar a toda costa y como sea, incluso con acciones poco éticas, por evidentes cuestiones económicas.

En la realidad las partidas se sucedieron con mucha más naturalidad y normalidad, algo que se ve notablemente alterado en la serie, como si cualquier movimiento de Deep Blue sorprendiera a Kaspárov y le generara una neura importante. De hecho, de lo único que se quejó Kaspárov verdaderamente es que los muy buenos movimientos de la máquina eran precisamente eso, muy maquinales, mecánicos…, pero en la última partida el ajedrecista se quejó de que un movimiento de sacrificio de pieza era algo que era una estrategia propia de la mente humana y protestó que esa secuencia la había tenido que hacer manualmente una o varias personas.

La serie dura seis capítulos de unos tres cuartos de hora cada uno, y siendo miniserie yo diría que dura demasiado, no tiene interés desde el punto de vista ajedrecístico, porque no da tiempo a ver ningún movimiento en el tablero (se podría hacer parando la grabación pero tampoco merece la pena), desde el punto de vista histórica sabemos cómo quedaron las partidas pero se cuenta de una forma inventada, y todo lo más se amplía la duración con subtramas que son bastante aburridas.

El ajedrez siempre estará en mi vida, sea porque me gusta o sea porque lo mamé desde chico con esos torneos de Linares que me permitieron conocer a los mejores ajedrecistas de la historia contemporánea, desde el propio Kaspárov, su rival Kárpov, los míticos Korchnoi o Spassky, y el más reciente Carlsen.

Pues nada, queda superado que una máquina gana siempre a cualquier ajedrecista de nivel y, ya está, nada noticiable. En todo caso, lo que algunos críticos relatan es que la serie ha perdido la oportunidad de poner en valor que el ajedrez ha sido una herramienta imprescindible para el aprendizaje de la IA tal y como la conocemos hoy.

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