"TOSTONAZO", DE SANTIAGO LORENZO

Entre lecturas complejas y profundas navego últimamente, de esas que uno quiere terminar casi como un reto personal, pero no son fáciles de leer y las voy abordando a ratos, así que como terapia, que no sé si es bueno seguir con lo que me cuesta trabajo, tengo que recurrir a novelas graciosas, simples, simpáticas, entretenidas…, por tanto, el usar la terapia es un contrasentido en sí mismo, acudo a libros que entiendo bien para no cebarme en los duros; pero es que la literatura es eso, es más que un abordaje de lecturas chiclosas, es un esfuerzo redoblado donde a veces hay que meterse en terrenos duros, porque ahí se aprende también y porque sacas a tu mente de la zona de confort, la obligas a trabajar.

Recurro últimamente la santa y bendita Inteligencia Artificial que me recomiende libros en tono de comedia y me fío a ratos, pero bueno, es un recurso, seguiré. Y este libro no me lo recomendó este ente que cada vez está más presente en nuestras vidas, sino alguien al que no conozco personalmente pero que como ya referí aquí en una ocasión, me gusta dejarme aconsejar por gente que sabe, como es Óscar Díaz, un tipo que ganó Pasapalabra hace unos años y que puede ser uno de los tipos más versados e inteligentes de este país, y del que me fío un montón.

La novela de Santiago Lorenzo se llama «Tostonazo» como podría llamarse «Los tóxicos», porque la alusión a este adjetivo se ha convertido en un repetido concepto al que le ponemos inmediatamente la cara de gente de nuestro alrededor, gente jodida cuya objetivo vital es joder a los demás, tan simple y llano como eso.

Y de eso va el libro, de un joven sin demasiado futuro que consigue extraer una lectura positiva de la gente tóxica con la que tiene que convivir, y créanme que, de algún modo, es una filosofía que yo vengo siguiendo en los últimos años, es bueno rodearse de gente maja, vital, chispeante, positiva, porque te aporta, te activa y te enseña. Y justo cuando no tienes más remedio que enfrentarte con gente tóxica en cualquier ámbito de la vida, y a veces es inevitable, es evidente que tienes que intentar apartarte cuanto antes, porque te quitan la energía, y como consejo muy válido lo único que pueden enseñarte es no actuar como ellos, porque eso te hará mejor persona, porque ellos en su permanente estado de pena y negatividad lo único positivo que hacen es mandarte el mensaje de «no seas como yo».

El protagonista de la novela es un joven sin oficio ni beneficio, perdido en un barrio de Madrid, sin futuro y demasiado inclinado a beber para matar el tiempo, en este caso le tira al orujo blanco. En esta vida no hay nada como tener suerte o padrino, o ambas a la vez, que es casi lo mismo, y en el bar donde trasiega copas uno de los parroquianos le da un contacto de una productora de cine en la que nuestro joven consigue exitosamente que lo contraten como meritorio de producción, una suerte de recadero o chico para todo que a él se le antoja una salida digna para alejarse de su problema con el alcohol, que amenaza con ser crónico.

Concurre al rodaje de una peli donde conocerá todos los entresijos del cine, a buena gente, buenos compañeros que le ayudarán a meterse de lleno en este mundillo, donde el chico comienza a disfrutar de veras y a darse cuenta de que ahí está su futuro. La peli se llama «Corolenda» y la está dirigiendo un tal Nacho Tiedra, un cineasta emergente y con muy buen cartel; pero hete aquí que en todo el meollo del rodaje comparece Sixto, el hermano del productor, el hermanísimo del que pone la pasta, erigido en su mano derecha durante el rodaje, pero lamentablemente también en su mano tonta, porque en ese afán por controlarlo todo, algo que debe ser labor de la producción, este Sixto se revela como un imbécil de libro metiendo las narices en todo lo que sabe, que es muy poco, y sobre todo en lo que no sabe.

Sixto comenzará a rodar por su cuenta, a hacer modificaciones de guion, a humillar en definitiva al director y a todos los que hacen posible que la película circule conforme a los cánones. El resultado es que la película es un fracaso absoluto en taquillas porque de lo que estaba en guion y en la mente del director a lo que se filmó hay un abismo. Justo al finalizar el rodaje, este Sixto al que nadie soporta y todos se lo tratan de hacer ver, aunque no quiera darse por aludido, un técnico que se jubila se lo dice en toda su cara, saca a relucir lo que todo el equipo desearía decirle y tú mismo si te tuvieras que enfrentar a este espécimen tostonazo o tóxico.

Con el fracaso de la película el equipo con nuestro protagonista entre ellos pierde enteros en lo que a futuros trabajos se refiere. En el ínterin de acceder a un nuevo proyecto en el mundo de la cinematografía, que le apasiona, tiene que rebajarse el perfil para no seguir con la manos en los bolsillos o bebiendo, y sus padres le conminan a cuidar a un tío abuelo suyo que atiende al extraño nombre de Pacomio y que vive en Ávila.

Así que ahí tenemos a nuestro joven yéndose a esa Ávila en la que encontrará a este Pacomio que es un personaje singular en sí mismo. Otro tipo a los que, en circunstancias normales, nadie se acercaría, uno de esos que hoy mismo reconoceríamos como «un cuñado de libro». Otro que sabe más que nadie y de todo, antipático, maleducado, insultante, machista, inculto, españolista (pero de los tontos). Un Pacomio que no entiende que su sobrino viene a ayudarle en las tareas del hogar, a hacerle compañía, a sacarlo a pasear, pero que no hace más que denigrarlo, ningunearlo, casi insultarlo y no se da cuenta de que con esa actitud nadie lo va a poder atender. Pacomio se erigirá en otro Sixto, aunque con diferencias de edad y de conceptos, pero otro tipo desagradable del que debes separarte lo más que puedas.

Y sin embargo aguantará, acostumbrándose a las constantes salidas de tono de Pacomio, casi adaptado a sus hábitos extravagantes, e intentando sacar tiempo para enrolarse en todo tipo de proyectos productivos que le eviten morirse en esa ciudad que podría suponerse de escasas alternativas como se antoja que podría ser la capital abulense o cualquier ciudad de mediana población del interior de España.

Por casualidad un día nuestro joven conocerá a otro joven en Ávila, en un malabarismo argumental demasiado forzado lo cual no viene al caso, este se revelará como una especie de alma gemela pero a lo fino, un chico canadiense refugiado por convicción personal en esta ciudad castellana y viviendo de las rentas de un único trabajo audiovisual que hace cada año en su país y que le permite vivir holgadamente el resto del año.

Harán buenas migas y el siguiente paso será viajar a Canadá para abordar ese proyecto audiovisual conjuntamente, lo cual será para el principal de la novela el cierre del círculo de la suerte porque no imagina que la vida le pueda marchar mejor. Pero todo se vendrá al traste.

Nuestro protagonista saldrá a flote o no, pero la novela nos dejará, me dejará, esa interesante lectura de que debes acercarte a las personas que te aportan, y a las que no, las cuales son denigradas y con razón en la novela, hay que hacérselo pagar si se puede, perdónseme este arrebato vengativo, que se enteren en todo caso, y a la postre huir de ellas. Y, por supuesto, con la lección de mala vida o mala baba, esos tostonazos, esos coñazos, esos seres tóxicos te están diciendo cómo no debes ser tú.

Santiago Lorenzo es guionista entre otras expresiones artísticas, como novelista y director de cine, un personaje bohemio y peculiar, de lo que deduzco que puede que una parte del libro tenga tintes autobiográficos.

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