Hace poco que descubrí la editorial barcelonesa Libros del asteroide, me parece, por lo que veo, un proyecto independiente que trata de buscar buena literatura y autores emergentes sin la presión de los grandes nombres o de temáticas demasiado comerciales orientadas para un público diana.
Así fue como llegué a esta novela «Se acabó el recreo», del italiano Dario Ferrari, con impecable traducción de Carlos Gumpert. A este autor no lo conocía de nada y solo he accedido a su biografía tras leer el libro, y se trata de un doctorado en Filosofía por la Universidad de Pisa, profesor de Instituto y traductor.
Precisamente su experiencia universitaria en Pisa le da pie para construir una divertida y entretenida trama que tiene que ver con los entresijos de las cátedras, las becas y los doctorandos en las universidades italianas, pero que podrían ser perfectamente las españolas, porque percibo actitudes y conductas que podrían extrapolarse.
La acción se desarrolla en el departamento de Italianística, con lo que ya se infiere que la trama gira alrededor de la literatura comparada. Pero más allá de algún dato erudito que sirve de una fantástica decoración, todo ello le da soporte para construir un argumento sumamente fresco y en progresión que culmina con un desenlace más que sorprendente.
La vida de Marcello Gori circula con la atonía más patética, una vida demasiado anodina, o más bien, nada brillante. Su trayectoria profesional se está inclinando hacia la investigación y opta a una beca en el referido departamento, aunque sinceramente él no destaca y las posibilidades de conseguir la beca son remotas pero, y lo pongo muy en solfa, es posible que haya una velada crítica a las universidades, donde no es fácil entrar y donde es difícil salir, y ya no se trata necesariamente de méritos sino de las ganas que tengas de arrastrarte.
Tiene padres divorciados que no confían en que se dedique a la investigación literaria, sobre todo el padre, que no cree para nada en él y que le conmina a que se quede con el bar que regenta. Y tiene una novia, Letizia, pero como un objeto, como el que tiene un cepillo de dientes para lavarse cada día. En todo caso, lo único que salva su existencia son sus amigotes con los que queda de vez en cuando para echarse unas copas, unas risas y recordar el pasado.
Marcello no se amilanará con todo este ambiente negativo y la meta no le disgusta; el objetivo es la docencia, la investigación, vincularse a la universidad de por vida. Habiendo accedido a una beca de doctorado tras la renuncia de gente mejor preparada que él.
Debe ser que en las universidades las tesis doctorales no son tanto lo que uno quiere, sino lo que su padrino desea, digamos que esto lo he escuchado y lo doy por cierto. Así que el mentor de Gori, el ilustre catedrático Raffaele Sacrosanti, el apellido está elegido con evidente retranca, le «invita» a que la tesis doctoral verse sobre un escritor un tanto peculiar, Tito Sella, una suerte de terrorista que actuó clandestinamente en los años 70, la época real en la que las Brigadas Rojas, campaban a sus anchas, pero enrolado en un grupo mucho más caótico y descerebrado, la Brigada Ravachol, de ideología comunista igualmente, pero sobre todo antisistema; nacida para la defensa del trabajador y paulatinamente radicalizada.
La tesis ha de versar sobre los textos escritos por Sella una vez en prisión a consecuencia de un atentado donde fallecieron varias personas, entre ellas, la cúpula de su organización, allí fue donde dio rienda suelta a su vena literaria, plagada de propaganda, y en especial Sacrosanti insta a su discípulo a que intente hallar una novela de la que todo el mundo habla y nadie ha llegado a encontrar, una especie de Manuscrito Voynich a su manera, del que se dice que estaría en París, pues Francia fue el refugio de muchos terroristas cuando pasaron a un segundo plano. Ese libro, por cierto, se llamaría «La Estantigua».
Ahí comenzará la apasionante aventura de Gori para averiguar todo sobre ese escritor tan aparentemente poco atractivo para ser el objeto de una tesis, porque en todo caso, empieza a investigar no tanto la calidad literaria sino lo que rodeó su figura.
Ello le llevará a conocer los entresijos de su vida y, de hecho, a la mitad de la novela hay una especie de paréntesis, puesto que Dario Ferrari construirá un relato que podría ser otra novela en sí misma, ofreciéndonos la historia de la Brigada Ravachol, Tito Sella y el resto de integrantes que la impulsaron desde sus orígenes. El grupo empieza casi como un juego, desde los salones parroquiales de una iglesia, para ir llevando poco a poco acciones más sonadas, y todo ello un manifiesto tono de comedia, el de unos principiantes que van a ir dando golpes sin tener ni idea casi no ya de empuñar un arma, sino qué es un arma.
Por cierto que en los avances de Gori con la investigación, Sacrosanti le comunicará su malestar porque se está centrando demasiado en la biografía y ese no es el trabajo que él quiere, o sea, que tiene que ir a lo estrictamente literario, lo cual será una cuestión nada baladí por lo que ocurrirá en el desenlace.
En un paso más de la investigación acerca de los pasos literarios de Sella, Gori recalará unos meses en París, donde pulsará la vida universitaria, la lucha de los jóvenes contra el poder establecido y donde también conocerá a una chica de la que se enamorará, pasando todo a un segundo plano, incluida su novia Letizia.
Gori da la impresión toda la novela de ser un tipo resuelto pero no excesivamente brillante de lo que se deduce que podrá culminar su trabajo de manera satisfactoria y el futuro le ofrecerá el horizonte de una aburrida carrera en la estructura universitaria, pero la novela dará un giro interesante proponiéndonos un desenlace que nos dejará a todos con un palmo de narices.
Sombras y luces para la universidad en una novela que tiene un tono cómico permanente y una crítica a las universidades y a sus organigramas decimonónicos y provectos que, en no pocos casos, cercenan el desarrollo natural de las mentes más visionarias.

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