Cierro el año natural en mi blog con una entrada relativa a una de las etiquetas que he inaugurado con mucho placer este 2025, la de geografía (política) y precisamente lo hago con un articulillo que es pura geopolítica. Es verdad que me gusta más la geografía que la política pero no puedes separar la una de la otra sobre todo cuando se fronteras se trata y cuanto más atrás tienes que ir en el tiempo y en la historia para saber por qué hemos llegado al momento actual.
Para los que amamos el ajedrez y también hemos jugado al Risk, la política internacional tiene mucho de estos juegos, en su esencia cada uno tiene sus fuerzas y trata de optimizarlas, alianzas que te consolidan en una posición o acciones que te debilitan. En este tablero mundial hay, como en el ajedrez, los grandes maestros (las grandes potencias), jugadores de fuerza media y jugadores de medio pelo que se contentan con no empeorar su posición y que se comen las migajas.
Esta entrada habla de la región de Esequibo en Guyana, lo que es para los venezolanos la Guayana Esequiba (los latinos pronunciamos Guayana y los anglosajones Guyana). Y lo cierto es que se hubiera hablado más en los medios de comunicación últimamente si no fuera porque el gobierno de Maduro está cada vez más acorralado y no tiene tiempo, fuerza, capacidad ni oportunidad para emprender una cruzada militarista en una importante zona fronteriza que reclama históricamente desde hace siglos.
He escuchado en no pocas ocasiones ese comentario conspiranoico o «cuñado», bien propio de estas fechas donde las mesas navideñas se nutren de sesudos analistas políticos en cuanto uno lleva un par de copas, acerca de que las guerras se montan en función de intereses económicos. A ver, voy a comprar un poco esto, porque no creo que en el análisis concienzudo no esté latente ese factor. En la invasión rusa de Ucrania está presente que parte de esas regiones fronterizas son ricas en tierras raras. Lo de Israel con Palestina es mucho más complejo aunque el componente económico también se atisba. Y ahora, el bloqueo parcial de las costas venezolanas por fragatas estadounidenses tiene como justificación oficial la salida de drogas del país y de fondo hacerse con el crudo de sus petroleros como primer paso para una incursión militar y el derrocamiento del régimen populista de Maduro y obviamente controlar el preciado oro negro de uno de los principales productores del mundo.
A todo esto, en este tablero de ajedrez, Estados Unidos «permite» que Rusia haga la guerra en Ucrania, que teóricamente no le ponga malos ojos a una futura invasión china en Taiwán y, por supuesto, como contraprestación, no quiere que esos otros dos grandes maestros le molesten si se decide a intervenir en Venezuela, lo que implicaría la captura de Maduro en apenas unas horas (se nota que he visto muchas películas), o lanzar misiles por medio mundo.
Pero realmente adonde voy es a esta región de Guyana, de este país fronterizo con Venezuela, al oeste del mismo. Una región enorme que llegaría hasta el límite del río Esequibo. Guyana es, por cierto, un país extenso, poco menos de la extensión de España, pero con una de las densidades de población más bajas del mundo, pues apenas viven 800.000 personas. Y como curiosidad, es el único país continental de Sudamérica que tiene como idioma oficial el inglés, hay otro que no tiene tampoco un idioma latino como lengua oficial y es Surinam que también hace frontera con Guyana, y donde se habla el neerlandés. Y el siguiente territorio yendo hacia el este es la Guayana Francesa, los tres territorios tienen unas dimensiones y un mapa algo parecido, y los tres conforman geográficamente las Guayanas.
Que en Guyana se hable el inglés no es baladí, los idiomas están presentes en los países porque son fruto de la historia, y sin entrar en el fondo de esa historia, se habla inglés por la presencia del imperio británico en ese país desde hace varios siglos. Esa influencia británica, como también la tiene en numerosos micropaíses caribeños, implica que es miembro de la Commonwealth y de eso se deriva un soporte espiritual, cultural y, si la cosa lo requiriese, militar.
El 3 de diciembre de 2023 Venezuela hizo un referéndum, todos los referéndums son unilaterales pero este lo era más si cabe, para reconocer que el Esequibo es suyo, proclamándolo como una provincia más, aunque obviamente todo esto de cara a la galería, porque todo ese territorio que reclama es históricamente guyanés, vía laudos arbitrales, movimientos estratégicos del Derecho Internacional Público (bonita asignatura que me recuerda momentos muy gratos de mi pasado), conferencias internacionales…, y todo esto desde hace no menos de dos siglos. Por cierto, una abrumadora mayoría respaldó el sí, el 95%, ¿alguien lo dudaba? Nadie organiza un referéndum para perderlo, aunque en la historia ha habido casos insólitos donde ha habido gobiernos a los que les ha salido cara la pantomima.
Esa franja de terreno reclamado no es poca cosa, unos 160.000 km² que van desde la actual frontera entre ambos países y el cauce del río Esequibo, que es donde Venezuela reclama que estaría la frontera real. Esa zona, teniendo en cuenta la extensión real, supondría la «anexión» de un 70% del territorio guyanés, lo cual es toda una barbaridad.
La cuestión es que muchos años de disputas, una historia de confrontaciones dialécticas, movidas de despachos e intríngulis de cortes internacionales han consolidado las fronteras que hay hoy entre ambos países. La historia detrás es tan amplia que he leído un informe del CESEDEN (Centro Superior de Estudios de la Defensa nacional) español de más de treinta páginas y sería difícil resumirlo, por tanto, me lo ahorro y doy como un hecho la realidad actual más allá de lo justo o no que pueda ser.
Lo curioso que el anterior dictador Chávez mantuvo unas razonables buenas relaciones con Guyana e incluso durante su mandato llegaría a visitar el país vecino en una muestra de buena voluntad. Pero hete aquí que hace no más de diez años, en las costas de Guyana se descubrieron unos impresionantes yacimientos de petróleo, en la zona económica exclusiva que tiene cada país hasta 200 millas náuticas en línea recta desde sus costas. El impacto de la explotación que comanda la compañía estadounidense ExxonMobil fue tal que en esta década se ha elevado la renta per cápita de Guyana de una forma exponencial, situando al país como una de las economías más pujantes del mundo en la actualidad. No obstante, para un país que ha dependido del sector primario fundamentalmente (rico en café, cacao y otros cultivos tropicales), la repercusión de este pelotazo para las arcas públicas no llega de manera equitativa a todos los hogares guyaneses y sigue habiendo bastantes desigualdades.
Curiosamente esos dos tercios del territorio que reclama Venezuela son, aparte de los más ricos, también son los menos pobladas, y que representan seis de las diez regiones administrativas de Guyana, que además tiene ricos yacimientos minerales tales como oro, cobre, bauxita, diamante o aluminio. Por otra parte son regiones, bastantes de ellas selváticas (en Guyana también hay territorios amazónicos) y de no fácil acceso, por tanto, poco desarrolladas en cuanto a infraestructuras y no sencillas de colonizar.
A corto y medio plazo Guyana debería estar tranquilo, no está Venezuela para iniciar una ofensiva diplomática o militar cuando tiene que guardar la ropa en su propio territorio. Lo que sí es verdad es que los guyaneses tienen la limitación de su exigua población, por lo que por muy rico que sea un país podrá comprar todo el armamento que se pueda permitir su presupuesto pero sus tropas no dan para más, porque la población es la que es.
Y en cuanto a la situación de la propia Venezuela, es muy verdad que suelo ser equidistante con las noticias y con una falsa opinión unilateral que algunos medios propugnan, no me parece que Maduro sea tan bueno como sus seguidores defienden ni más tonto que lo que sus bravuconadas le señalan, pero tampoco lo veo como el salvador de un país al que los datos le delatan. Un país enormemente rico gracias al crudo y con un gobierno populista y respaldado por las clases populares, lo que supone un porcentaje de población muy grande, ha ido esquilmando esa riqueza con una gestión pública nefasta que ha derivado en una drástica caída de su renta per cápita, amén de la demonización de las clases elitistas del país, las cuales en los últimos diez años han iniciado la diáspora más importante del siglo XXI en todo el planeta, cerca de ocho millones hay exiliados por todo el mundo, entre un tercio y un cuarto de su población, casi todos conocemos a algún venezolano en nuestro entorno.
Guyana es, por su parte, un país con ciertas particularidades. Tiene una gran división étnica y el grupo étnico más importante y que representa poco más de la mitad de la población es de origen indio (de la India), después va la población negra que representa el 25% y después otras etnias; precisamente hay ciertas tensiones raciales, los indo-guyaneses suelen ser las familias más pudientes y los partidos políticos son de facto unirraciales, por lo que no es extraño que los últimos presidentes del país tengan esa ascendencia asiática tan teóricamente exótica, el actual presidente es Irfaan Alí.
Hay un capítulo bastante negro en la historia de este país y es el de la masacre de Jonestown, una secta enfundada en un proyecto agrícola y comandada por el visionario Jim Jones y que culminó con el suicidio colectivo de casi un millar de adeptos en 1978. Por cierto que dicha colonia estaba en ese territorio reclamado por Venezuela de la Guayana Esequiba.
Finalmente y para rematar un poco este acercamiento a Guyana y a ese conflicto latente y por el momento metido en el congelador, este pequeño país no gana para problemas y también tiene una reclamación territorial por parte de Surinam de la región de Tigri, una porción de terreno más pequeñita pero aun así sentida como propia; en fin, esa será otra historia o no. En todo caso, historias de las que apenas se habla en los medios de comunicación.

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