SUMO, UN DEPORTE DE DIOSES

Hace algo menos de dos años y medio que en una de mis frecuentes navegaciones por Internet, estaba enzarzado en una de esas búsquedas de mi pasado, de vivencias que tuve hace muchos años y que ahora quiero rememorar, cuando redescubrí el sumo.

Recordé que allá por el principio de los 90, la novata cadena en ese momento Canal Plus tenía un par de programas que trataban sobre el deporte del sumo. Uno era los sábados por la mañana bien tempranito, a eso de las 8.30 h. y echaban un resumen de un torneo completo; el otro, quizá más conocido, era Transworld Sport, y en ese daban una reseña de los resultados del último torneo.

Eran aquellos años, en los que a algunos amantes de los deportes no les es muy ajeno haber visto y oído a las estrellas de aquella época, así el hawaiano Konishiki (que pesaba unos 300 kg. y al que apodaban “el camión de basura”), o los también norteamericanos Musashimaru (Samoa Americana) y Akebono, igualmente de Hawai. Me llamaba la atención cómo unos tíos tan gordos eran capaces de moverse por el círculo de combate con bastante destreza y ejercitar unas llaves increíbles.

¡Ah, qué tiempos los 90! No sé, añoro esos años, porque para un “friki” de corazón como yo, los medios de comunicación daban juego a lo que hoy ya no despierta ni el más mínimo interés. Entonces por lo menos podíamos ver algo de sumo en la tele, había secciones de filatelia en los semanales de los periódicos, la música New Age tenía programas de radio y hasta uno de televisión dirigido por el polifacético Ramón Trecet.

En fin, cuando inicié mi proyecto de bitácora sabía que el primer artículo que dedicara a los deportes, tendría que ser para el sumo. Era o es una manera de reivindicar deportes minoritarios, disciplinas con escasa o ninguna tradición en nuestro país y que en otros lugares son fenómenos de masas.

También sabía que en este calendario mental que me he marcado para actualizar el blog esta semana le iba a tocar al sumo. Y casualidad de las casualidades, esta semana, justo día 4 de febrero de 2010, se produjo la noticia más importante del deporte japonés en esta década, la retirada de un grande, de Asashoryu, actual yokozuna (máximo rango deportivo) en el sumo, que anunciaba en medio de lágrimas su decisión tras un incidente un tanto oscuro que tuvo hace unos días.

El último párrafo lo dedicaré a Asashoryu porque creo que se merece un homenaje, pero entrando en materia, ¿por qué me gusta el sumo? Como he dicho antes, resulta sorprendente y espectacular el ver a gigantones de más de 150 kg. cómo se mueven con destreza por el dohyo (así se llama el círculo de combate). Y es que es un deporte en el que se mezclan la fuerza física, la inteligencia, la velocidad, la resistencia y, sobre todo, disponer de una gran capacidad mental.

Uno de los elementos caracterizadores del sumo, en lo estrictamente deportivo, es que las reglas son muy sencillas; se trata de un combate de dos luchadores en el que se vence o sacando al contrincante del círculo o que este toque en el dohyo con cualquier parte de su cuerpo, a excepción lógicamente de la planta del pie.

Existen seis divisiones, las dos primeras son las profesionales, y tienen sus nombres no como en el fútbol que es 1ª y 2ª. La máxima categoría se llama “makuuchi” y la segunda es “juryo”. El sistema de ascensos y descensos de los luchadores también es muy simple. Hay seis torneos al año que duran quince días (todos los meses impares), en las divisiones profesionales hay quince combates y en las inferiores sólo siete. Uno asciende en el ranking (“banzuke” otra palabreja nipona), si tiene un balance de más victorias que derrotas, y lógicamente se asciende o se desciende más rápido cuanto más contundente es ese balance, es decir, no es lo mismo ganar 7 – 0 que 4 – 3 en las categorías inferiores, como no es lo mismo perder por 7 – 8 o por 1 – 14, en makuuchi.

No quiero extenderme mucho porque quiero dedicarle al sumo otras entradas en el futuro; pero sí me gustaría añadir que otro de los ingredientes de este deporte ancestral japonés es que está perdiendo un poco de su esencia oriental y se está convirtiendo en un deporte más global. Ya ocurrió que en la década de los 90 dominaron el banzuke luchadores estadounidenses o de colonias de este país; en el principio del nuevo siglo y hasta la actualidad, los dominadores son de Mongolia con una legión incesante de sumotoris de ese pequeño y remoto país; ¿y en la próxima década? Pues podrían ser muy bien rikishis (otro término sinónimo de luchador) europeos e incluso algún sudamericano. Los japoneses llevan ya varios años buscando un yokozuna, el rango más alto del sumo y al que todos aspiran por sus privilegios y el halo de casi divinidad que lo envuelve, y no se ve un sustituto del último yokozuna japonés, Takanohana, que se retiró en 2003. De hecho, uno de los mejores japoneses, Kaio, resiste entre los mejores con nada menos que 37 años. Mientras, como digo, los mongoles se han revelado como unos luchadores muy competitivos, hay casi un 25% en la máxima competición, y hay otros europeos llamando a las puertas; estos son los más importantes con sus nombres japoneses que han tomado para luchar: Kotooshu (Bulgaria), Baruto (Estonia), Tochinoshin (Georgia), Aran (Rusia), Kokkai (Georgia). Por cierto, se acerca con rapidez a las categorías profesionales un luchador de procedencia exótica, el brasileño Kaisei, que podría dar mucho juego en los próximos torneos.

Y para terminar, Asashoryu, se marcha este gran yokozuna que ha sido el tercero que más torneos ha ganado en toda la historia de este deporte. Y se va antes de que le echen, porque su fortaleza y dominio en el dohyo ha sido proporcional a su escasa discreción fuera del mismo. Hace unos años lo pillaron jugando al fútbol en Mongolia, cuando se había negado previamente a realizar un torneo de exhibición alegando problemas físicos, ha sido poco honorable con sus rivales, y la última es que en el transcurso del último torneo de hace un par de semanas y que, por cierto ganó, agredió a una persona a la salida de un bar, cuando estaba visiblemente borracho. Se ha ido porque de otra manera lo iban a echar, y es que como decía Julio César, “la mujer del César no sólo debe ser honrada sino parecerlo”, y este mongol, leyenda viva del sumo ha sacado muchas veces los pies del tiesto, y para un deporte ancestral y con tantos protocolos y ceremoniales, eso era inconcebible.

Comentarios