¿QUÉ PASÓ CON LA MECANOGRAFÍA?

Pues hará unos meses que tuve que pasar una consulta médica para un problemilla de alergia que tengo, era en la sanidad pública y huelga decir el nombre de la especialista que me atendió. Son del tipo de consultas que te dan con un intervalo de más de un año y medio entre cita y cita, lo que da idea de la proliferación de esta enfermedad en una provincia como Jaén con tanta persistencia de alérgenos, el mayor de ellos el polen del olivo.

Y allí estaba la señora que me había tocado este año atenderme, una doctora bastante madura pero con ropa juvenil bajo su bata blanca (siempre he pensado que las batas en los hospitales no sirven para nada más allá del hecho de distinguirte de los pacientes). Era la primera vez que me atendía, pues en esto de las alergias parece que los médicos son bastante itinerantes. La mujer me atendió de forma correcta, aunque no me gustó que criticara lo que sus colegas anteriores habían diagnosticado y prescrito anteriormente: “pero, ¿esto por qué te lo han mandado?”, a lo que yo contesté “pues no lo sé, ellos verían”, cuando en realidad estaba pensando “y a mí que me cuenta, ¿acaso yo soy médico?”. Pero, en fin, eso de criticar a un compañero de trabajo es una mala praxis que existe en determinadas profesiones, en muchas diría yo, y que es de un sincero mal gusto.

No iba yo por ahí en mi entradilla de hoy, la doctora me vio, como siempre de forma un tanto fugaz, pues le tengo que contar en un par de minutos mi bagaje de problemas alérgicos acaecidos en el último año y medio. Yo veía que mientras soltaba mi resumen bien compactado, ella tecleaba en el ordenador, y resultó sorprendente porque la buena señora escribía con dos dedos, con los dos dedos índices. Terminé mi historia y creo que ella la daría por zanjada con un “muy bien” o algo similar, lo cierto es que siguió escribiendo con no demasiada destreza a lo largo de dos o tres minutos más, que me parecieron eternos.

Rápidamente pensé cuántos minutos habría desperdiciado esta buena mujer a lo largo de su extensa vida profesional por no saber mecanografía. Ni por muy veloz que fuera con dos dedos, que no lo era, podría superar a alguna persona con un “inútil” título de mecanografía escribiendo a medio gas pero con todos los “dátiles”. Igualmente pensé cómo se podría haber invertido ese tiempo muerto de torpeza mecanográfica: para atender a más pacientes, para atenderlos por más tiempo... para, en definitiva, ofrecer una mejor imagen y un mejor servicio (calidad) de nuestra sanidad.

Valga este caso como un ejemplo ilustrativo del ninguneo y la aniquilación que ha sufrido la mecanografía en nuestro país. Porque hay que ser sincero, todavía en muchos organismos públicos, en muchas empresas privadas que conllevan atención al público, se puede ver a personas que escriben con dos dedos, ahora en los ordenadores, antes en las máquinas de escribir. El hecho de que las nuevas tecnologías hayan venido a optimizar los procesos burocráticos, hoy se puede hacer cien certificados en el mismo tiempo que hace treinta años se hacía uno, no quiere decir que no haya necesidades puntuales de escribir con destreza en el teclado del ordenador. Especialmente, como ocurría en mi consulta médica, cuando hay que realizar documentos originales siempre, y hay muchas tareas profesionales que los requieren.

Cuando terminé mi carrera universitaria me planteé seguir formándome y se me ocurrió tomar clases de mecanografía, pensaba que no estaría de más tener una cierta habilidad en mis dedos, en todos mis dedos, sin desperdiciar como hasta ese momento los corazón, anular y meñique. Creo que estuve un par de meses y me compré sucesivamente hasta tres manuales (el Método Caballero) que, en pocas palabras, tenían como objetivos coger habilidad con todos los dedos de la mano y aprender un poco las formalidades administrativas.

Abandoné esas clases cuando ya me sentí un poco suelto y podía seguir los manuales en mi propia casa, donde practiqué de forma algo obsesiva en mi lucha contra el reloj. Por entonces, el asunto de los ordenadores era todavía balbuciente y todavía tenía relevancia saber mecanografía para acceder a un puesto de trabajo, sobre todo en la Administración pública. De hecho, en aquella academia a la que iba, había un ambientazo, estamos hablando de principios de los 90 y llegabas a una sala con cerca de treinta máquinas de escribir, había horario flexible y podías ir cuando querías, y a veces no encontrabas ni una máquina libre.

Poco a poco los ordenadores entraron en nuestras vidas, casi al mismo ritmo que las máquinas de escribir comenzaron a ocupar rincones olvidados de nuestras casas y almacenes de empresas e instituciones públicas. Pero defenestramos la mecanografía sin que, entiendo, hubiera razón para ello, porque teclados “qwerty” siguen existiendo y en determinados momentos, y en algunas profesiones con una razonable continuidad, hay que escribir con celeridad y pericia.

Además, no es cierto que la mecanografía como tal haya desaparecido o haya pasado de moda, de hecho, lo bueno que tienen las nuevas tecnologías es que existen multitud de programas y gratuitos que facilitan el aprendizaje de la escritura al tacto con todos los dedos de ambas manos, mucho más amenos que los antiguos métodos, pues traen dinámicas de juegos para alcanzar cada vez más velocidad.

He de manifestar que al principio de Internet chateaba (no, no me iba a tomar chatos de vino, lo otro), y con mis bases mecanográficas me lo pasaba muy bien porque conseguía llevar tres o cuatro conversaciones a la vez y lo hacía al mismo nivel de rapidez que cada uno de ellos independientemente; considerando además que la mayoría utilizaban el lenguaje “sms”.

Esa es otra, puesto que en los cimientos del ya célebre lenguaje “sms” está, no lo dudo, el ahorro de letras, la economía en el tecleo, pero también el hecho de que la mayoría de la gente, especialmente de nuestra juventud, no domina la mecanografía. Por supuesto, la utilización de esta jerga ya está derivando, por un lado, en un empobrecimiento de nuestro deteriorado idioma y, por otro, en una fractura en el manejo del español a nivel escrito por amplias capas de la población (juvenil), que no sabe o no va a saber discernir, ya se está viendo, cómo se escribe correctamente tal o cual palabra.

La verdad es que siempre me alegraré de haber aprendido algo de mecanografía, no sólo porque me permite escribir más cosas, sacar más trabajo, preparar articulillos para este blog en mis ratos libres... Y, por supuesto, ha habido momentos en que esta pequeña habilidad me ha sacado de apuros cuando ha habido que hacer alguna tarea contrarreloj. En definitiva, esto supone más producción, pero también más tiempo y no olvidemos que cada día cobra más relevancia el viejo dicho de que “el tiempo es oro”.

Comentarios

oretano1969 ha dicho que…
La mecanografía debería de ser obligatoria en todos los planes de estudio. ¡Siempre me arrepiento de no haberla aprendido!, y ya es tarde, tengo demasiados vicios adquiridos (en este y en otros aspectos)
imagenfb ha dicho que…
que va hermano yo aprendí a mecanografiar a los 22 años y ahora transcribo hasta 70 palabras por minuto y solo practicaba 10 a 15 minutos diarios, son unos ejercicios super sencillos