"LA BIBLIOTECARIA DE AUSCHWITZ", DE ANTONIO G. ITURBE

Como estoy últimamente muy aficionado al género literario y audiovisual relacionado con la 2ª Guerra Mundial y en especial aquel que aborda la barbarie que se vivió en los campos de concentración nazis, me topé hace unas semanas con este libro en la biblioteca municipal de mi localidad y tuve la curiosidad de ver qué se escondía dentro.

Para empezar uno inicia el libro con cierta reticencia, qué hace un aragonés escribiendo una novela, basada en hechos reales, sobre un capítulo que se vivió en el campo de concentración de Auschwitz. Como tal novela con una importante carga histórica yo me pregunté cómo podía un escritor español (los españoles por suerte estuvimos bastante al margen de esta Guerra), construir un trabajo literario de un acontecimiento del que nos separamos geográfica y espiritualmente bastante. O lo que es lo mismo, que si la historia en que se inspira la novela era real, tal vez pudiera haberla escrito por esa especie de cercanía, afección, incluso ascendencia familiar, un israelí, un alemán, un checo, o un polaco..., pero no, la ha escrito un tipo de Zaragoza.

Así que con esa duda y ese estar atento a ver qué me ofrecía la novela, uno se adentra en su lectura con el respeto que merece cualquier incursión en la temática del holocausto sistemático de los nazis en la 2ª Guerra Mundial.

La historia parte del hecho real de que una joven judía checa, Dita Adlerova (el nombre es real, el apellido inventado), gestionaba una minúscula biblioteca en el interior de su vestimenta y distribuía estos a una serie de profesores que trataban de enseñar en el barracón 31 de Auschwitz; un bloque especial que los nazis instituyeron para justificarse ante la comunidad internacional, donde se mantenía a niños y profesores entretenidos, aunque estaba prohibido expresamente que se educara; así que en teoría cantaban, hablaban, jugaban y en la práctica también se les daba clases, se les leía libros (físicos y personas que se los sabían de memoria), en unas condiciones manifiestamente precarias.

Toda una serie de hechos y personajes reales se dan cita en ese peculiar bloque, e Iturbe trata de darles una vida supuesta; como dice el propio autor todos ellos unidos con la argamasa de la ficción.

Ese prejuicio de la teórica habilitación personal del autor que uno puede tener, se convierte en un examen continuo, en una constante exégesis analítica de cada uno de sus capítulos, o sea, he de ser sincero, partiendo de aquel prejuicio sometí al autor a un auténtico juicio.

La manifiesta presencia y alusión a numerosos hechos históricos que se dan por ciertos, hacen que el autor vaya construyendo la historia con sumo cuidado, también con respeto, haciéndola atractiva y no convirtiéndola en un documental, en un ensayo, por eso es novela.

Y la historia tiene su enjundia, se entrelazan las historias vitales de unos y otros, hay cuitas, hay amoríos, hay miedos y hay esperanza. Ahora bien, que nadie espere un gran final feliz al uso, hubo muchos finales trágicos en este triste escenario de la historia humana, un genocidio metódico, el más cruento que tal vez se haya reseñado jamás. Y aquellos que vivieron para contarlo tuvieron que arrastrar la carga de sus recuerdos y el dolor de tanta gente cercana, familiares, amigos y personas anónimas inocentes que se cruzaron por sus vidas, a los que vieron sufrir y morir delante de ellos, y sin poder hacer nada.

Esa supervivencia es el único aliento para el lector, esa cara amable de aquellos que gracias a Dios pudieron vivir para contarlo y para acallar a aquellos que defendieron que el holocausto fue un invento tendencioso, una estrategia de manipulación para socavar a los perdedores de la Guerra.

En torno a Dita Adlerova, gravitan otros personajes, los principales de ellos reales, aunque en algunos casos, habiéndoles modificado Iturbe su apellido en algunos casos, para reafirmar que es una novela, así me llenan de emoción los Fredy Hirsch, el profesor Morgenstern, Margit, Rudi Rosenberg, la señora Krizková, Miriam Edelstein, Lichtenstern, Ota Keller...

Tiene especial relevancia la figura, real también, de Fredy Hirsch, un atlético joven que fue el alma de aquel barracón de los despechos y lavaconciencias de los nazis. Su muerte en extrañas circunstancias y sus causas nunca aclaradas siembran la semilla de la duda en el lector, en un más que digno homenaje a aquel hombre bueno.

Por cierto, en el libro no sólo nos muestra a personas reales que permanecerán siempre anónimas para la mayoría de la gente, sino también otros personajes históricos que tuvieron el dudoso honor de pasar a la historia por su bajeza moral, por su ruindad y por su inhumanidad. Es particularmente significativa la presencia de Josef Mengele, el tristemente célebre «Ángel de la muerte», cuya aparición genera siempre una tensión extraordinaria en los sufridores personajes de la novela. O también la terrible Elisabeth Volkenrath una de las «guardianas nazis», a la que hacía alusión en este blog hace unos meses en la reseña del libro del mismo nombre, escrito por la periodista Mónica González.

Antonio G. Iturbe supera mi examen, y lo supera con nota, el resultado es brillantísimo. La novela atrapa, remueve conciencias y también es un canto a la esperanza. Pero además, el respaldo a este relato no puede ser mejor. El escritor estuvo haciéndose de bibliografía para documentar su novela, y por esos azares de la vida, dio con el libro de Ota Kraus «The Painted Wall» y la persona que lo enviaba, que contestaba a los e-mail y que gestionaba la distribución del libro era la propia Dita, Dita Polachova de soltera y Dita Kraus de casada (a Dita, el personaje principal, también le cambió el apellido Iturbe), y esposa a la sazón de Ota Kraus, en la novela Ota Keller. Se entrevistó con Dita, residente en Israel, y viajó y estuvo con ella compartiendo recuerdos en la República Checa y obtuvo, evidentemente, el salvoconducto de la protagonista de la novela para que este maño afrontara este asombroso y fascinante proyecto literario. Ya termino y se me escapa una lágrima.

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