"EL VIOLINISTA DE MAUTHAUSEN", DE ANDRÉS PÉREZ DOMÍNGUEZ

Aparte del nombre, que denota cierta relevancia, del Premio Ateneo de Sevilla de novela conocía poco. Con ocasión de este libro fue cuando acudí a Internet para interesarme por la historia de este galardón, y efectivamente es uno de los más importantes de nuestro país y en consonancia con ello, de su nómina de premiados se pueden reconocer algunos nombres ilustres.

Con todo creo que jamás había leído ninguna novela prestigiada con este galardón, por lo que me incliné a abordarla, fiel a la afección que tengo en los últimos años sobre libros que tratan sobre la II Guerra Mundial y en especial del genocidio provocado por el nazismo. Este título me llamó la atención, era evidente la temática y tendría que tener su enjundia; además, suelo siempre leer los resúmenes que con buen criterio las editoriales colocan en el forro o cubierta, para corroborar que efectivamente la historia que contiene merece la pena ser leída.

Desconocía a este autor, Andrés Pérez Domínguez, y la trama tiene menos de histórica que de amor o de thriller con ambientación histórica. Y es que pese a la inserción de ese lugar tétrico como Mauthausen en el título, y que se habla de hecho sobre los campos de concentración; no es una novela que trate específicamente sobre las andanzas de alguien en un campo de exterminio ni la narración se centra en Mauthausen todo el tiempo, hay otros lugares donde se desarrolla la acción. Sí que es verdad que dedica una cierta atención a la cotidianeidad en aquel campo de concentración, pero no se recrea, la exposición del dolor que allí se sufrió es limitada, el horizonte era y es infinito para haberse explayado, pero Pérez Domínguez no utiliza eso más que lo justo y necesario, con bastante mesura.

Y todo ello porque la historia es de amor e intrigas, de muchos sentimientos, de muchos pensamientos y de un hilo conductor que se basa precisamente en los debates mentales que cada uno de los personajes tiene en su cabeza.

Este novelista sevillano construye una trama en la que hay un triángulo pasional, un triángulo de intereses y pasiones, encontradas y disruptivas. Lo que es curioso es que el triángulo, a medida que avanzan las páginas podría convertirse en cuadrado, es casi un cuadrado, pero le falta el embozo de la pasión preclara que sí destilan los tres personajes principales y otro que es medio personaje principal, así lo veo yo; es decir, tres y medio.

Por otro lado es un trío – cuarteto de nacionalidades, por un lado, Rubén Castro, español de Sevilla que por sus ideas izquierdosas ha de huir de nuestro país para exiliarse en París. Por otro lado, Anna Cavour, francesa de madre alemana, una profesora con una vida serena y feliz. El tercer elemento principal es Franz Müller, alemán, ingeniero aeronáutico con poco apego a esta profesión y violinista vocacional. El medio personaje es Robert Bishop, estadounidense, trabaja de espía desmontando las estrategias nazis.

La paz y el amor que viven Rubén y Anna (primera conexión del triángulo) en su feliz hogar de París se ve trastocada por la detención de Rubén por parte de la Gestapo con la ocupación alemana. A partir de ahí comenzarán sus sufrimientos y un calvario de varios años. Mientras tanto, el valioso hecho que supone que Anna hable perfectamente alemán permitirá darle entrada en escena a Bishop que captará a ésta para que trabaje para su país, sabedora de que Anna pedirá a cambio información sobre Rubén y una eventual liberación, si se da el caso.

El trabajo para Anna se irá perfilando y consistirá principalmente en entablar íntima amistad con Müller, un ingeniero alemán que tiene interesante información que podría ser muy útil para los aliados.

Antes de eso presenciamos una sucesión de casualidades, un Franz Müller, violinista bohemio que le da rienda suelta a su pasión musical, tocando por allí y por allá, también en París, y en un escenario donde temporalmente pudo coincidir con Rubén y Anna. Una sonata refuerza los vínculos de esta pareja y, de algún modo, salvará la vida de Rubén en Mauthausen.

A Mathausen acudirá Müller con un grupo de músicos para tocar en el cumpleaños del hijo de un alto cargo de la SS en ese campo de concentración; Müller y Rubén se conocerán fugazmente, este le hablará de Anna y de aquella sonata y se producirá la segunda conexión entre los protagonistas. Franz Müller de forma casi involuntaria salvará la vida de Rubén al tocar esa sonata y oírla este justo cuando pretendía suicidarse.

Müller comprenderá que dada la situación que se vive en Europa, su pasión musical tiene los días contados y tendrá que acudir a un antiguo amigo para intentar que lo enchufe en algún trabajo aburrido, propio de su titulación, y que lo quite de ese mapa conflictivo en que estaba incurso.

Con su nuevo trabajo de ingeniero en una factoría aeronáutica y aunque trate de ser un estorbo en las investigaciones y que ni tan siquiera comulgue con los derroteros que está tomando la filosofía nazi, Müller se convertirá en un objetivo trascendente para los aliados, por la información que atesora.

Ahí intervendrá Anna que, forzada por Robert Bishop, tratará de entablar amistad y la entablará con Müller, tercera conexión. Pero he aquí que en mitad de ese trabajo de espionaje, el tiempo hará mella, a Anna no le ofrecen noticias de Rubén, pierde la esperanza, y comenzará a enamorarse de Müller que es, en realidad, un buen hombre.

La historia tendrá su remate con el fin de la Guerra, la liberación de Rubén, un Rubén demacrado y roto; la encrucijada de Anna enamorada de Müller, pero con el recuerdo de Rubén al que cree muerto; y Müller que vive escondido en Alemania con una identidad falsa y que sigue siendo pretendido por Bishop para que pueda ser acogido en Estados Unidos y formar parte de los investigadores «fichados» por los vencedores.

Y no cuento nada más, es al final cuando reafirmas que, en realidad, esta novela es ante todo y sobre todo, una historia de amor, de amor real y verdadero, en el que todos sus personajes principales han perdido algo por el camino; no hay realmente vencedores, ni hemos de esperar que haya un final feliz, es la vida misma y así hay que acatarlo.

La verdad es que sorprende agradablemente la riqueza expresiva de Pérez Domínguez, igualmente utiliza el recurso de los saltos en el tiempo, no todo lleva un ritmo cronológico lineal, pero esos saltos en el tiempo están muy bien traídos y son perfectamente entendibles, nadie se pierde.

Eso sí, en algunos tramos de la novela es algo cargante, demasiada exposición de sentimientos y poco diálogo, con lo que en determinadas fases es un poco aburrida la narración, es como si tuviera altibajos. Imagino que con el tiempo el autor podrá depurar esto.

En cualquier caso aunque la novela podría haber adelgazado algo y no perder un ápice de su interés, mi calificación es alta; este autor puede seguir creciendo y construir historias tan bonitas como esta, un dechado de imaginación.

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