CORREOS Y EL AJEDREZ, UNA DEUDA HISTÓRICA PENDIENTE

Sello de Correos, peón negro (2018)
Recabando días atrás información con que elaborar un artículo para una revista filatélica en la que cada cierto tiempo analizo las emisiones anuales de Correos, me topé con que este 2018 habían sacado un sello de un peón negro del juego del ajedrez, como mínimo homenaje a este deporte ciencia dentro de una serie que han venido en llamar «Ocio y aficiones».

Suelo ser bastante crítico con las emisiones de Correos y, por ende, con la propia institución, básicamente porque más allá de los motivos que saca, algunos bastante erráticos e inexplicables, y del precio, que algunos sellos valen una pasta que no tiene sentido, aunque tú estés pagando lo que pone, lo que cuesta, ni un céntimo más; más allá de ello, como digo, es que mi crítica va dirigida al maltrato que se ha hecho con el sello dentado desde hace años. Ya lo he referido alguna vez en esta bitácora, yo tengo un número de abonado al Servicio Filatélico Nacional del doscientos cincuenta mil y pico. Creo que esos números son correlativos y no te asignan un número antiguo porque alguien se haya dado de baja. El número me parece muy corto, tan corto como que habrá que descontar dentro de ese cuarto de millón de números, aquellos que hayan fallecido, porque la media de edad de los coleccionistas de sellos en España es muy alta; con lo cual puede que seamos poco más de cien mil los abonados al Servicio, o sea, unos raros, unas excepciones.

Códice de Libro de los juegos
del ajedrez (1992)
No me extraña que Correos no dedique más esfuerzos al sello dentado, porque sus ganancias son residuales, máxime cuando es una sociedad pública que se mueve por rentabilidades financieras y no por rentabilidades sociales o culturales. Antes la gente coleccionaba sellos porque llegaban a sus casas pegados en cartas, pero hoy puede que haga años que mucha gente no ve un sello. La presencia del sello en el tráfico postal puede ser no más de un 1 %, y tal vez sea demasiado optimista, algo testimonial, con semejante panorama es difícil que el coleccionismo filatélico crezca. Más bien está hundido, no como ocurre en otros países, y cuando un coleccionista muere su familia no sabe qué hacer con una colección que ni entiende ni quiere, y que desea vender a toda costa, ignorantes de que económicamente vale poco, porque nadie la va a querer comprar, aunque vale mucho desde el punto de vista sentimental, pero eso no llena hoy día.

Pues bien, aparte de la función propia del sello que es la de efecto postal marcado con una tasa y dirigido al tráfico de información y mercancías de domicilio a domicilio; los filatélicos buscamos la dimensión cultural, como no puede ser de otro modo, deseamos ver en las emisiones argumentos para aprender, para versarnos, para instruirnos.

Por otro lado, si hacemos una retrospectiva de las emisiones de sellos de cualquier país, el sello tiene también un papel integral u holístico, es decir, en el sello tienen que aparecer motivos actuales, conmemoraciones, efemérides…, pero a lo largo de la historia también ha debido aparecer lo más importante de cada país: sus personajes, sus hitos históricos, sus monumentos más representativos, sus costumbres…, todo, y eso implica todo lo que nos podamos imaginar y que tenga relevancia.

Hace años, cuando yo apenas era un joven imberbe, en mi ciudad natal, Linares, se celebraba un torneo de ajedrez bastante famoso el «Ciudad de Linares», impulsado por un empresario hostelero local con mucha visión, fiel a uno de los principios que caracterizan a un empresario de éxito, capaz de convertir en oro prácticamente todo lo que tocaba. Hoy no se celebra ya, pero la impronta dejada sigue su estela con otros eventos ajedrecísticos menores pero que siguen llenando los negocios hosteleros de la ciudad durante días. Pues en aquella época de esplendor, como decía, de principios de los 80 del pasado siglo, siempre surgía en paralelo al torneo una exposición filatélica y durante días estaba habilitada una estafeta postal con su correspondiente matasellos conmemorativo del torneo. Yo me interesaba a partes iguales en el ajedrez y en la filatelia, sentando desde bien temprano mi perfil marcadamente friqui, y recuerdo haber metido el oído en una conversación en la que un periodista yugoslavo que creo recordar que se llamaba Bjelica, refería a un coleccionista linarense que era sorprendente que con la importancia del torneo linarense (en su momento llegó a ser de los más fuertes de la historia) y con la raigambre de este deporte ciencia en España, ni se hubiera dedicado un sello al torneo de mi localidad en particular, pero ni siquiera para el ajedrez en general.

Y efectivamente, mira que ha habido oportunidades para haber dedicado sellos al ajedrez, pero parece que las diferentes comisiones estatales dedicadas a planificar las emisiones han huido de este motivo, tal vez demasiado friqui, porque para friquis ya estaban ellos.

Olimpiada de ajedrez, Calvià (2004)
Curiosamente de los tres o cuatro hitos más importantes del ajedrez en la historia contemporánea, uno de ellos tuvo lugar en España, fue allá por el año 1987 en Sevilla y fue la final del Campeonato del Mundo de ajedrez que disputaron los Karpov y Kasparov. Casi dos meses estuvieron en la capital hispalense sucediéndose las partidas, hasta veinticuatro, que acabarían con una última en la que Kasparov lograba vencer in extremis y empatar la serie a doce, con lo que retenía el título (el título lo conseguía quien ganaba y en caso de empate el defensor del titulo se llevaría el Campeonato).

Aquel Campeonato mereció un importante movimiento mediático y ese último enfrentamiento incluso fue transmitido en directo por televisión, en aquel magnífico programa de los sábados por la tarde (y domingos por la mañana) Estadio 2, con los comentarios si no recuerdo mal de uno de los hombres que más ha hecho y está haciendo por el ajedrez en nuestro país, Leontxo García. Aquel Campeonato estaba preñado de asuntos noticiables, toda vez que la rivalidad de las dos K se extendía más allá del tablero, en su forma de pensar, en la defensa de dos sistemas políticos distintos, Karpov más conservador y Kasparov más aperturista…, en fin, es el ajedrez un deporte que se da a cuitas que exceden mucho más que el simple movimiento de unas piezas aparentemente inofensivas.

Bien, pues aquel Campeonato fue obviado por Correos, aquel hito por el que mucha gente pudo conocer en España algo más del ajedrez, no tuvo la más mínima representación postal, imagino que algún matasellos sí, o a lo mejor ni eso, pero ya está.

Sellos de Ruy López de varios países
Pero es que es más, ahora repasaré los escasos sellos relativos al ajedrez que hay en nuestro país, España tiene una importancia fundamental en la concepción del ajedrez moderno. El ajedrez tiene sus orígenes en el primer milenio en un juego que se practicaba en la India, aunque otros eruditos apuntan a que habría nacido en China o Uzbekistán, hay bastante controversia sobre esto. El caso es que desde esos países orientales se extendió a todo el mundo conocido en la Edad Media, esto es, la Europa tal y como la conocemos hoy día. En la Edad Media, no había unas reglas muy consolidadas y en cada sitio variaban estas. Pues bien, allá por el siglo XVI contamos en España con un clérigo, Ruy López, muy afamado por su destreza en este juego, tal fue su popularidad que es considerado como el primer campeón del mundo moderno, y además, escribió un tratado de ajedrez que fue el precursor más relevante para implantar las reglas del juego tal y como están hoy fijadas, pues se juega como hace quinientos años, habiendo variado únicamente los tiempos para pensar por obvias razones de controlar la duración de las partidas en torneos oficiales.

Y sí, a Ruy López jamás le hemos dedicado un sello en su propio país, y mira que ha habido personajes que han salido en sellos, y a algunos no los conocía ni el Tato. Se hace una mención en el sello de Calvià por quedar bien, pero se me antoja claramente insuficiente. Por contra, Ruy López sí que ha sido representado en otros países, ya nos vale.

Torres Quevedo (1955)
Tenemos sellos en España desde 1850 y tuvimos que esperar casi siglo y medio para disponer de la primera referencia expresa al ajedrez, en concreto, en 1992 con ocasión de una serie dedicada a «Códices» en el que se mostraba un Libro de ajedrez del siglo XIII.

En 2004 se celebró en la localidad mallorquina de Calvià la Olimpiada de ajedrez, un magno acontecimiento ajedrecístico, donde se dan cita equipos de todo el mundo durante varios días; un clásico para todos los amantes de este deporte, casi ningún país elude asistir, ahí por lo menos sí hubo sello.

Ahora en 2018, hemos tenido un peón minúsculo, pero parece que estos tres sellos se quedan cortos, cortísimos para todo lo que representa el ajedrez en nuestro país. Aunque no tenemos grandísimas estrellas, sí que es cierto que hay bastante afición y ha habido años donde nuestro país era donde más torneos se celebraban de todo el mundo y más dinero se movía; el punto de inflexión llegaría en el caso de que tuviéramos un jugador o jugadora muy fuertes, entre los diez primeros del mundo, pero todavía no llega, aunque hay algunos proyectos interesantes en ciernes.

Torres Quevedo y su transbordador (1983)
Por último, y para confirmar la presencia del ajedrez en nuestras vidas, en las vidas de muchas personas, hay un sello más, un extra diríamos, que es el de un ingeniero cántabro, muy aficionado al ajedrez, Leonardo Torres Quevedo, al que se la atribuye ser el padre de la automática moderna, poniendo las bases de la computación actual. A principios del siglo XX fue capaz de construir una máquina, muy conocida en el mundo del ajedrez, en la que se jugaba un final de rey y torre contra rey, y en el que siempre conseguía la victoria el autómata, que es el que jugaba con rey y torre, el humano movía el rey rival. No conseguía la victoria en el mínimo de jugadas posibles, pero al final ganaba. También se la considera como la primera máquina para jugar al ajedrez de la historia. Muchos de los ingenios de este genial inventor siguen funcionando hoy, como por ejemplo, un transbordador que se sitúa a escasos metros de la caída de las cataratas del Niágara. Bien, por lo menos, a Torres Quevedo sí que se le dedicaron un par de sellos, uno en 1955 dentro de una serie relativa a «Personajes» y en 1983 con su efigie a un lado y a otro un dibujo del referido transbordador.

Comentarios