"¿QUIÉN PUEDE MATAR A UN NIÑO?", DE CHICHO IBÁÑEZ SERRADOR

No suelo ser oportunista en este blog, creo que generalmente nunca lo he sido, sí que es cierto que esta bitácora está siempre llena de recuerdos y velados homenajes pero a destiempo, de forma arbitraria, pero mira que lo de la muerte de Chicho Ibáñez Serrador me hizo reflexionar acerca del poco o nulo interés que yo le he dedicado en mi vida, y por extensión en este blog, a esta figura tan capital de la televisión en nuestro país.

Precisamente el viernes por la tarde que murió Chicho iba yo con la bici surcando áridas trochas rodeado de olivos mientras la radio glosaba su biografía y destacaba un par de películas en las que había sido director, a la par que apuntaban su temática, y me dije que era buen momento de ver alguna de ellas. No obstante, antes de que yo me planteara su visionado, ya tenía en mi WhatsApp el enlace a esta película gracias a mi amigo y guía espiritual (debería serlo aún más) Miguel Ángel Angosto.

El homenaje a Chicho no es obviamente por sus películas, que fueron escuetamente dos, o sus aportaciones en televisión en el género de terror, sino por su fantástico programa concurso de entretenimiento «Un, dos, tres». Me parecía obvio y también fácil, y no me gusta lo fácil, haber tratado expresamente de este programa en el blog, cuando se han escrito y se seguirán escribiendo infinidad de escritos y opiniones sobre el mismo. Mientras tengamos conciencia de lo que vivimos con aquel programa no será noticia opinar o recordar. Tan solo cabe decir y afirmar, por mi parte, que estamos ante el mejor programa concurso o de entretenimiento de la historia de la televisión mundial, así de claro, y a estas alturas de mi vida, dudo que pueda presenciar algo de semejante brillantez.

Y sentado esto, el genio de Chicho casi le permitía convertir en oro todo lo que tocaba, no obstante, lo que resaltaría de su figura, una vez vista esta película es que era un artista ecléctico y absolutamente camaleónico, capaz de hacer series de terror y luego de ser adorable con sus programas de televisión; y en esta película adquiere un perfil muy alto, con el único inconveniente de que la película es española, de haber sido filmada en Estados Unidos por un director de relumbrón, seguro que no habría caído en el olvido, como lamentablemente le ha ocurrido.

Pero es que me duele manifestar esto, y es que en España no creemos en nuestras posibilidades, y son más famosas las archiproyectadas películas de Paco Martínez Soria, de una calidad artística rayana en la mediocridad, bazofia que se siguen empeñando en administrarnos como una droga de pobres cada sábado por la tarde en La 1, porque simplemente mantienen en su letargo placentero a la tercera edad. Ya critiqué en este mi semanario que una de las mejores películas españolas de todos los tiempos «Calabuch», había caído en el olvido más absoluto, y yo solo la vi una vez en la tele cuando era chico. Con esta película de Chicho pasa poco más o menos lo mismo, es una película fantástica y yo no lo había oído en mi vida, jamás creo que la hayan echado en la tele en un horario atractivo, y lo peor de todo es que el gran Chicho al que tanto le debemos, no ha recibido el aplauso por su legado cinematográfico, aunque sea pequeño, su esfuerzo no ha tenido la debida contraprestación.

¿Quién puede matar a un niño? Un niño es cándido, inocente per se, y el inicio de la película nos muestra una serie de imágenes reales sobre guerras en el mundo, nos transportamos a 1975, en las que aparecen niños que han sufrido muertes, violencia y todo tipo de degradaciones en ese momento el pasado reciente. Las imágenes podrían ser también actuales, de hoy mismo, porque en cualquier guerra, en cualquier fenómeno crítico como el drama de los refugiados, son los niños siempre la parte más débil de cualquier estructura.

Una pareja extranjera llega a un pueblo de la costa mediterránea para pasar unas plácidas vacaciones, la mujer está de seis meses de embarazo, tienen dos hijos más que obviamente se han quedado en casa y se revela que el marido quiso que abortara. En este punto deciden desplazarse a una isla habitada cercana con objeto de tener allí unas jornadas de solaz y descanso. Al llegar a la isla todo parece aparentemente normal, unos niños los reciben, aunque obtienen la primera mirada inquisitiva de uno de esos infantes, no obstante, la pareja se adentra en el pueblo para hospedarse. Después de dar unas vueltas comienzan a ver cosas raras, como que no se ve nadie en el pueblo, o al menos ningún adulto.

Poco a poco se irán dando cuenta de que los niños están acabando con todos los adultos en una especie de psicosis o abducción colectiva. Y hay comienza una carrera trepidante por la supervivencia de la pareja a medida que se sucede la violencia ciega de los niños.

Mientras veía la película me pasó una cosa curiosa, y es que rezumaba la misma un ambiente asfixiante, propio además del clima en el que se ambientaba, en pleno verano, con los personajes sudorosos y además clamando su cansancio y el calor agobiante, y sobre todo una atmósfera de presión, de tener cada vez más reducido el espacio; y me recordó «La cabina» de Antonio Mercero que se había producido apenas tres años antes. No andaba descaminado porque el guion de ambas películas parte de la misma pluma de Juan José Plans, experimentado escritor de libros del género de tensión psicológica.

La película sigue unos derroteros alienadores, con una moraleja obvia, y es que los niños por una vez se vengan de los adultos, con la velada intención de construir un poder mundial, ahí es nada.

Las localidades que se narran en la película son ficticias, Benavís es el pueblo costero en una hipotética ubicación entre Tarragona y Castellón, y la isla es Almanzora, y a mí también me sonaba alguno de sus exteriores, al menos el exterior playero que bien podía ser Almuñécar, uno de los lugares donde se rodó. También se rodó en Menorca y Sitges, aunque el grueso de la misma nada tenía que ver con localizaciones ribereñas y se hizo en el pueblecito de Ciruelos, en la provincia de Toledo a varios cientos de kilómetros del mar.

El joven Chicho en ese momento, como una iguana cambiante, realiza un simpático cameo, al más puro estilo de los directores hollywoodenses.

Este monstruo decidió darle una trascendencia internacional, yo creo que no le salió bien la jugada por la poca difusión y el maltrato que hacemos a nuestro cine patrio de calidad, y eligió a dos actores consagrados extranjeros para los papeles principales, Lewis Fiander y Prunella Ransome. Tuvo dudas sobre poner sus voces en inglés (durante la mayor parte del metraje) y subtitular, pero al final se decidió doblar las mismas, de otro modo hubiera incomodado al espectador.

En una película que podría sobrecoger en su momento por determinadas imágenes que a día de hoy ya no son molestas, pero lo sustancial es que es trepidante y muy entretenida, los personajes casi no respiran y a los espectadores casi no nos da tiempo a ello; y todo ello aderezado con la buena banda sonora de otro icono que año tras año comienza a olvidarse, Waldo de los Ríos.

Una película bastante redonda, que yo calificaría como preapocalíptica, una cinta donde salen muchos niños pero que no es para niños.

Comentarios