"PÁNICO EN LAS CALLES", DE ELIA KAZAN

Tenía desde hace tiempo en mi casa una serie de afiches cinematográficos antiguos (una suerte de octavillas en las que se anunciaban a la vecindad en la mitad del siglo XX las novedades de la cartelera), auténticas joyas del coleccionismo, que cogí de casa de mis abuelos hace unos años. Mi intención era, por una parte, ponerlas en valor, o al menos dedicarles un espacio privilegiado para la posteridad y, por otra parte, como buen amante del séptimo arte que me tengo, tenía en mi debe el interés de ver esas películas.

Justo la casualidad quiso que en estos días de confinamiento alguien en Twitter recomendara una serie de películas de temática propia de epidemias, sí, puede sonar un poco tétrico con la que tenemos encima. Los estadounidenses, que son únicos para esto, creo que tienen pocos temas imaginables que no hayan abordado. En esta producción que hoy traigo a colación yo tenía un afiche de la misma que imagino que, tratándose de una película de 1950 dirigida por Elia Kazan, se estrenaría en España en ese año o al siguiente; en este caso la octavilla corresponde al mítico Teatro Cine Olimpia de Linares (cerrado hace más de un cuarto de siglo diría yo, pero con sus instalaciones intactas ¿para ser recuperadas alguna vez?, ojalá), y la información es tan básica que no dice nada, ni siquiera de su temática; pienso que la gente estaba acostumbrada a que ese reporte fuera más que una información todo un recordatorio de horarios y de que esa era la oferta de esa semana y posteriores, y ello porque en aquella época ir al cine era práctica común de buena parte de la población. Que existiera este afiche en casa de mis abuelos denota que alguien de mi familia, tal vez mi madre o mis tíos acudirían alguna vez a Linares a ver esa u otras películas y más aún, que esos avisos, esa propaganda, se extendía por su zona de influencia, llegando incluso a Begíjar, a 20 km de distancia.

Anverso del afiche
Sorprende, de algún modo, que tratándose de una película sobre un virus, realizada en 1950, tiene interesantes similitudes con respecto a lo que estamos viviendo en la actualidad.

Vayamos por partes, la primera coincidencia es que el virus que es el nudo conductor de la película es la peste neumónica (una variable de la peste bubónica que diezmó a buena parte de la población de Europa en la Edad Media), con la ventaja de que existía y existe una vacuna para la misma, y de la que se dispone sin, en principio, limitaciones algunas; pero es que se habla de neumonía.

A los bajos fondos de Nueva Orleans, en el estado de Luisiana, llega un emigrante de origen incierto llamado Kochak. En una partida de cartas no acabada y en la que gana, decide largarse aquejado de fiebre y de mal estado general, los mamporreros del malo malote de la película, Blackie, interpretado por un inmenso Jack Palance, intentan que no se largue sin terminar la partida, Blackie se lo carga sin remisión.

Reverso afiche de la película
Teatro Olimpia Linares
El cuerpo de Kochak es encontrado y se le practica una autopsia que desvela un caso perfecto y peligroso de peste neumónica. La licencia de la película es que el Ministerio de Sanidad pública, con el oficial médico Clinton Reed (Richard Widmark) al frente, apoyado por la policía de Nueva Orleans, comandada por el capitán Warren (Paul Douglas), tienen cuarenta y ocho horas para buscar al asesino y que no escape de la ciudad contagiando sin piedad a todo el que se le ponga por delante, y por supuesto, trazar (de la trazabilidad también se habla hoy día) a todos los que estuvieron en contacto con Kochak.

Reed es un técnico, como lo sería hoy Fernando Simón, y se encuentra inicialmente con alguna reticencia policial, entendiéndose que nadie cree en la gravedad de la situación, de hecho hay un comité de crisis; poco a poco el capitán Warren irá confiando en él y terminarán formando un solvente equipo. Para ir trazando el recorrido de Kochak, del que sospechan su origen armenio o griego, tienen que ir tirando hacia atrás, lo que también nos desvela interesantes coincidencias con la pandemia actual.

Kochak llegó en un barco mercante; el barco es localizado y toda su tripulación sometida a cuarentena. Se da a entender que la enfermedad se transmite de animales, en este caso ratas, a humanos; y hay chinos en el barco, que además son los cocineros y se sobreentiende, o a lo mejor soy yo el que lo entiendo, que ellos son parte importante, también inconsciente, de su impulso y propagación.

Después Reed y Warren tendrán que buscar qué sitios pisó Kochak, el primer lugar que visitó fue una cafetería del puerto, Athena Cafe. Aquí Elia Kazan también hace un guiño a su origen, era un inmigrante turco de la minoría de habla griega; la cafetería ofrecía comidas típicas de Grecia y el nombre Athena se corresponde con la madre de Kazan.

Reed y Warren tienen que luchar contra varios enemigos. Los políticos, representados por su alcalde, siempre ensuciando todo y practicando su negocio que es el de hacer todo en beneficio propio. También los medios de comunicación, entrometidos y sensacionalistas, incapaces de ser cautos en beneficio de la comunidad. Y, por último, los propios conocidos de Kochak, que tampoco son capaces de escrutar que donde hay un problema de salud pública ellos sólo observan una investigación policial de un asesinato.

La acción se volverá trepidante, pues a Blackie no sólo le falta espacio para esconderse, sino porque sospecha que la policía busca el rastro de Kochak no por la enfermedad sino porque escondía algún secreto dinerario.

La película, pese a que el argumento puede inducir a que es alarmista o lúgubre, es todo un producto de entretenimiento, que tiene muchos de los elementos que dotaban a las películas de esa época de tal carácter; amén de la acción, tiene un tanto de costumbrismo (es entrañable ver el Nueva Orleans de los años 50), un pelín de comedia, cine negro y esa acción que se vuelve trepidante a medida que se acerca el final.

Podríamos decir que el pánico no se adueña de las calles, porque no llega a salir a la luz su dimensión letal, pero sí es muy significativo que en los años 50, el oficial médico Reed nos recordara que «sólo tenemos 48 horas, después de ese plazo el asesino empezará a propagar la enfermedad y dará comienzo una epidemia; tal vez piensen que soy un alarmista pero he visto los efectos de esa enfermedad y les puedo asegurar que se extenderá por todo el país, con resultados más horribles que los que se puedan imaginar; yo mismo puedo estar en cualquier punto de los Estados Unidos en cuatro horas o en África en diez». Y en esta peli, aparte de cuarentenas, virus, pandemia, neumonía, también se ven mascarillas, guantes y se hace mención a cámaras de oxígeno. Pues eso, Elia Kazan ya albergaba la posibilidad de una pandemia en un mundo que se volvía cada vez más global y que, por supuesto, viajaba en avión, porque el coronavirus vive hoy, no lo olvidemos, porque ha hecho las maletas en innumerables vuelos comerciales.

Comentarios