JUEGO DE TRONOS: LA SERIE QUE, POR FIN, TERMINÉ DE VER

He de decir que más a mi pesar que otra cosa, me  dispuse hace tiempo, no menos de un año y medio, a ver esta serie archiconocida. Alentado evidentemente por compañeros de trabajo, sobre todo compañeras, que me la recomendaban encarecidamente, más allá de aquello de que el boom de «Juego de tronos» en el mundo casi parecía indicar que era delictivo que no la hubieras visto, que no estabas en la onda, o la seguías o eras un bicho raro.

Me deja sensaciones encontradas la serie; no, no voy a escribir sobre su argumento, no sería fácil resumir una producción tan densa, pero sí que es verdad que me costó mucho trabajo verla al principio y las dos últimas temporadas y media han sido las más apasionantes.

Son ocho temporadas, capítulos larguitos, algunos de cuarenta y cinco minutos pero buena parte de ellos de una hora de duración. En las primeras temporadas se fija la trama, donde aparece un conglomerado de familias, con ansias de poder, que gobiernan reinos en un territorio limitado, inventado, situado cronológicamente en el Medievo, y donde también se dejan sentir ciertos toques fantásticos, con la presencia de dragones, gigantes, seres mitológicos, zombis…

Esas tramas y subtramas iniciales son muy lentas, pesaditas a veces, y la traslación del libro «Canción de hielo y fuego» de George R.R. Martin, probablemente abusa de diálogos, escenas donde las familias establecen sus alianzas o maquinan sus ataques o sus venganzas, la acción es limitada, esto último es lo que probablemente más gusta al público. Es obvio que hay un afán latente para todas estas familias que representan reinos, que no es otro que el de dominar ese pequeño mundo que les rodea.

Se pueden sacar numerosísimas lecturas de la serie, para empezar hay una dinámica en la misma que creo que sorprendió a mucha gente, es violenta y desgarrada, y como que el público se acostumbró a ello; aquí al más pintado lo degüellan sin mayores miramientos cuando no es masacre y, por otra parte, en cualquier momento salta la chispa y un personaje interesante, que puede parecernos vital para el desarrollo de la trama, es fulminado.

Y es que habiendo escuchado comentarios, casi sin querer porque la información que tenías te llegaba por muchos canales, de que por aquello de la constante sangría de personajes que se producía, no había una clara contraposición entre buenos y malos, no te podías encaprichar con nadie, puedo terminar señalando que eso no es del todo cierto, es verdad que los malos son muy malos, y los buenos, muchos de los cuales cascan, circulan entre la bondad y la maldad, unos con mayor suerte que otros.

Lo bueno viene al final, cuando las diferentes fichas del tablero van eliminándose y ya tienes una idea clara de cómo va a desarrollarse el desenlace, que falta hacía, porque las primeras temporadas las percibo lentas y farragosas. De hecho, le decía a la gente que no era de recibo que personajes que se presumen importantes para el desarrollo de la trama, prácticamente desaparezcan por completo en determinadas temporadas, en realidad, habiendo actores jóvenes, los ves niños al principio de la serie, desaparecen, y cuando vuelven a aparecer ya han dejado de ser niños.

La gran cuestión que se suscita para los aficionados a la serie es si el final decepciona o no. Hay una gran diferencia entre ver la serie semana a semana, o como yo lo he hecho, cuando me ha apetecido. Como al principio me resultaba pesada me he podido tirar varios meses sin ver ni un capítulo, cuando se acercó el final, sí que puedo decir que las últimas dos temporadas las he visto con cierta celeridad y atracción. Para los grandes amantes de esta serie tal vez esperarían un capítulo decisivo en la última entrega, a mí me pareció que los tres o cuatro últimos capítulos, casi la última temporada era ya un final prolongado sin esperar a un último capítulo final. En ese sentido, a mí sí que me ha gustado la resolución de la serie. ¿Qué había que esperar en el último capítulo si lo más importante ya se había ventilado antes?

Dentro de lo fantástico y mitológico que pueda ser, es curioso que la serie, por lo que se deduce de ese gran final (por lo largo que fue), tiene un afán buenista, hasta cierto punto medioambientalista; la justicia triunfa y un mundo mejor podríamos decir que también.

Aun no pudiendo encapricharte con personajes, más allá de la buena interpretación de los actores, es palmario que algunos personajes son muy interesantes desde el punto de vista de la serie, Arya Stark o Tyrion Lannister me han parecido de lo más suculento de la trama.

Cuando se habla de un mundo limitado, al final se hace un guiño a lo desconocido, Arya Stark zarpa en un barco en busca de lo que nunca ha sido explorado. De algún modo, es como la conquista del Nuevo Mundo por los habitantes del Viejo Continente, una Europa que aquí se puede llamar de otra manera.

Es obvio que estamos ante una superproducción a la que no le falta detalle alguno, no solo actores principales, secundarios y figurantes, sino tratamientos de escenas con ordenador, exteriores, vestuario, efectos especiales, nada fluye de forma improvisada. Los exteriores casi han permitido a la serie viajar por medio mundo.

Tampoco podía quedarse la música atrás, era necesario crear una gran banda sonora que fuera tan inolvidable para la serie como ella misma. Aquí el compositor alemán de origen iraní Ramin Djawadi hace el trabajo más brillante de su carrera, especialmente por la repercusión que ha tenido y tendrá, una auténtica sinfonía de música clásica para el siglo XXI.

En definitiva, una serie interesante de ver, no le daría una grandísima nota porque al principio me resultó obesa, pero que mejora al final, lástima que para eso tengas que tragarte algunos capítulos que, a mi parecer, resultan irrelevantes.

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