Hace unos años le di un giro a mi vida que desembocaba sí o sí en un cambio en mis hábitos de alimentación. Mucho se habla del cambio de metabolismo pero, en realidad, siguiendo mi propia experiencia, esa modificación de hábitos implicó que no tuviera ni tengo necesidad de comer ni mucho ni con frecuencia, aunque esto tiene sus matices, y no creo que me haya cambiado el metabolismo.
Ya escribí en esta mi bitácora hace años, justo en el momento en el que le empezaba a dar el giro alimenticio a mi vida, acerca del libro «Mi dieta cojea», de Aitor Sánchez. A este nutricionista y divulgador ya lo llevaba escuchando tiempo en Radio Nacional de España, decía cosas muy sensatas y me abrió los ojos. Se trataba de aplicar unas cuantas pautas muy básicas y casi todo era coser y cantar, yo perdí peso, lo mantuve y lo mantengo, alimentándome muy bien, no pasando hambre jamás y además apreciando que tampoco tenía la necesidad de comer mucho, es como si muchas veces se me olvidara comer…, y si tengo que picar, pico sano. Y lo que es más importante uno tiene que ser dueño de sus decisiones sobre qué comer y, en la medida de lo posible, lo mantengo aunque es difícil sustraerse de la realidad social y el entorno.
Tras ese libro vinieron otros tantos en una afición mía que no va a tener fin y que refuerzan todas esas pautas que me marcó este primer libro revelador. Precisamente el siguiente fue una especie de continuación del anterior por parte del propio Aitor Sánchez «Mi dieta ya no cojea». Así, vendrían después títulos de distintos autores, entre los que destaco a Juan Revenga o Julio Basulto, que junto con Aitor son mis nutricionistas de cabecera, por citar algunos he leído «Más vegetales menos animales», «Adelgázame miénteme», «Dieta y cáncer», «Se me hace bola», «Tu dieta puede salvar el planeta», «Beber sin sed», «Comer y correr» o «Mamá come sano». Ahora mismo estoy leyendo uno más del tema y seguiré porque esto me ayuda a no tener ninguna duda sobre lo que tengo que comer o no, o debo consumir ocasionalmente.
Y sí que se pueden resumir mis hábitos alimenticios: frutas, frutos secos crudos o tostados (sin sal), verduras y hortalizas, cereales integrales y legumbres. Dicho esto trato de consumir la menos carne posible y, por supuesto, huyo de embutidos y de comida ultraprocesada, así como de azúcares y dulces que no estén intrínsecos en el alimento de forma natural, en este caso la fruta es la mejor manera de consumir azúcar.
El porqué uno toma estas decisiones sobre su vida, que no son nada baladíes, no tiene otra razón que la de vivir sanamente, lo cual te permite llevar una vida plena, te facilita ser más eficiente a la hora de hacer deporte, te evita enfermedades (prácticamente no he enfermado en estos últimos seis o siete años) y de paso te otorga un normopeso que desde el punto de vista del aspecto físico también te hace sentir bien. En última instancia, si se quiere, ya sé que nuestra existencia es finita, con buenos hábitos alimenticios estás abonando no ya una vida más longeva sino que a medida que avanzas en edad puedas hacerlo con calidad de vida y puedas disfrutar de muchos años en condiciones óptimas. De hecho, cuando hablo de este asunto con gente, y hablo mucho de este asunto, siempre reflexiono acerca de que es muy raro ver a personas mayores por la calle, como de 75 años en adelante, que sea obesa, bien porque han muerto o bien porque están en casa con movilidad reducida y con unas condiciones de vida bastante penosas.
Pues bien, la alimentación que es un condicionante vital para nuestro devenir no es el exclusivo elemento que nos puede permitir una vida longeva y de calidad, es evidente que hay un enfoque más holístico y que yo, más o menos, no pierdo de vista, se trata de que tienes que hacer deporte y mantener un tono físico adecuado, de que debes propiciar las relaciones sociales y sentimentales, y de que tu economía sea la adecuada; es el célebre «salud, dinero y amor» llevado a sus máximas consecuencias.
Descubrí esta serie de televisión de 2023 y de Netflix «Vivir 100 años: Los secretos de las zonas azules», cuya propuesta era la de poner en común determinadas zonas geográficas de nuestro planeta que no tienen nada coincidente en cuanto a su entorno pero que sí se acercaban en que tenían y tienen un importante porcentaje de población que es muy longevo, que tienen calidad de vida y que, en muchos casos, sus habitantes llegan a ser centenarios. Zonas, y eso es lo curioso, que tienen poco en común entre sí, pues hay zonas rurales y urbanas, y están en puntos muy diseminados del planeta.
El hacedor de esta serie es el divulgador estadounidense Dan Buettner que ya en su afamado libro de 2016 «El secreto de las zonas azules. Comer y vivir como la gente más sana del mundo» nos daba amplias pistas sobre lo que después se ha materializado en esta miniserie. Un tipo que ha viajado por medio mundo en bicicleta y que a través de sus experiencias descubrió que esas «zonas azules» tenían esos hitos comunes que podían ser extrapolados en otras zonas para derivar unos resultados más que deseados.
Cerdeña (Italia), Okinawa (Japón), Loma Linda (California) y en concreto la comunidad de los Adventistas del Séptimo Día, Ikaria (Grecia) y Nicoya (Costa Rica), son los cinco lugares heterogéneos en los que se centra Buettner, seguramente hay más, pero en ellos se vive más y se vive mejor, baste esto como titular.
Es evidente que no hay gato encerrado y que el mensaje que vamos a adquirir del visionado de la serie no nos puede sorprender, más o menos sabemos, yo lo sé, qué tenemos que hacer para llegar más lejos y hacerlo en condiciones saludables; el equipo de Buettner lo resumió en el llamado «The Power 9» o nueve principios saludables, que son constantes de vida comunes en estas zonas azules: 1. Hacer del movimiento parte natural del día. 2. Conocer tu propósito en la vida. 3. Priorizar el alivio del estrés. 4. No comer hasta llenarse, sino hasta estar a un 80%. 5. Consumir una dieta primordialmente basada en plantas. 6. Beber alcohol con moderación. 7. Conexión con la comunidad. 8. Priorizar a la familia (ya sea biológica o elegida). 9. Elegir círculos sociales que apoyen comportamientos saludables.
Algunos nos suenan, por lógica, por sentido común, y como digo son más que evidentes de deducir. El ejercicio físico a edades avanzadas es necesario, diría que obligatorio, incluso con actividades que mantengan el tono muscular, aunque por resumir una persona mayor debe estar en movimiento para no darle oportunidad a que el cuerpo se haga a la pereza. En Costa Rica montaban a caballo, en el pueblo de Italia todos los días subían y bajaban cuestas muy empinadas, en Japón las personas mayores se sientan en el suelo (no en silla como en Occidente) y se levantan y se sientan decenas de veces al día desde una posición tan baja, algo impensable por estos lares, en Estados Unidos la comunidad de los adventistas juegan a deportes de raqueta cada día…
En la alimentación coinciden en bastante medida en esos cinco alimentos esenciales que forman parte de mi dieta habitual, tampoco hay misterio, mucho producto natural y poco ultraprocesado. Y sí, aparece el tomar alcohol con moderación, en este caso, recuerdo que en Ikaria (Grecia) beben un vino del terreno. Ya lo comenté hace no mucho con ocasión de la miniserie «Las gotas de Dios», que era una auténtica oda al vino, que reconozco que no hay ni una pequeñísima cantidad de vino, ni de otra bebida alcohólica, que no sea nociva para nuestro organismo, pero quedaría justificado como una excepcionalidad en el marco de algún evento social, y ello enmarcado en ese otro propósito fundamental o pilar de las zonas azules, como son las relaciones sociales, si uno no tiene una familia que le arrope, una pareja que le complemente, unos amigos que le hagan feliz, entonces está fallando casi todo, y esas relaciones son esencialísimas, porque nos dan vida, y si se comparte un buen vino en una ocasión que así lo demande, aunque sea hacer malabarismos argumentales, el fin importantísimo justificará los medios (excepcionales).
En el marco de esta serie Buettner nos traslada a una ciudad media de Estados Unidos donde a modo de probatura inició un proyecto piloto para que la población siguiera esas nueve pautas a lo largo de un tiempo, cogió un grupo de control al que pesó e implantó las medidas, algunas más potentes y otras más pequeñitas, pero aparte de que se deducían los cambios a mejor de la población también se observaba que la gente lo hacía con gusto, sin esfuerzo y con notable satisfacción.
En definitiva, no hay grandes misterios en lo que la serie me ha mostrado y sí un reforzamiento de lo que ya conocía, tal vez como punto interesante es que esas zonas azules tan heterogéneas nos muestran que uno puede llevar una existencia sana sea el lugar del mundo donde el destino ha querido que uno more, y ya está, vivir sano no es difícil, diría que es más que placentero y únicamente hay que ir superando los obstáculos que el día a día nos pone por delante, esa parte es más complicada, porque a veces nos afanamos los humanos en darle a la existencia un carácter eterno, a sabiendas de que no somos inmortales y de que debiéramos vivir cada día como si fuera el último, ya sé que es fácil de decir y no tanto de cumplir.
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