"EL BARRACÓN DE LAS MUJERES", DE FERMINA CAÑAVERAS

Dos reflexiones centrales me inspiran a bote pronto la lectura de este última novela de la que he dado cuenta en apenas tres semanas, ¿era interesante?, sí, ¿se dejaba leer?, sí; pero tiene aspectos que merecen darle una pensada de cierto calado.

Para empezar es casi más una reflexión personal mía que circunstancialmente ha tenido el soporte de este libro. Y es que no sé si me estoy desfondando con esto de leer tanta novela ambientada en la 2ª Guerra Mundial, y eso que esta no la elegí adrede (la escuché en ese espacio televisivo que sigo con delectación como es «Saber y Ganar»), pues también tengo otras guardadas que esperan su oportunidad de lectura. Se ha escrito tanto que, aunque parezca increíble, tengo la impresión de que hay muchas historias que se repiten, tal vez por los escenarios, por el ambiente, por el tono de escritura… Por eso, no sé si voy a querer seguir leyendo, tal vez un tiempo sabático por mi parte no vendría mal.

La segunda cuestión es que dentro de la ignominia y la vergüenza para el ser humano como ente dotado de raciocinio que supuso el holocausto nazi, la novela gravita sobre las «feld-hure», o mujeres obligadas a prostituirse en campos de concentración. Literalmente la palabra significa puta de campo, pero alguien me decía que estas personas estaban coaccionadas, como a lo mejor lo estén muchas hoy en día dado ya que la prostitución sigue sin ser legal en nuestro país, una hipocresía inasumuble, y no pudieron elegir, por lo que más que prostitutas en puridad serían mujeres permanentemente violadas.

La autora, Fermina Cañaveras, en la que es su ópera prima, se recrea en este concepto de feld-hure e incluso repite hasta la saciedad la palabra «puta», y tal vez eso abona demasiada carga ideológica de la que dota a lo que escribe. Nada de lo que se dice en la novela es sospechoso de que no hubiera ocurrido en los campos de concentración, pero rezuma cierto resentimiento que, con el paso de los años, no es edificante, y que además informa, reiteradamente, acerca de las ideas políticas de la escritora. Dicho esto, podría haber escrito la misma novela sin tanta crítica a todo y contra todos. Yo sé quién era Hitler, quién era Franco, la historia ya los ha juzgado, y lo que toca es recordar racionalmente para no olvidar y para que no se vuelva a repetir, y todo ello sin aspavientos que puedan generar nuevas confrontaciones.

La historia parte de la actualidad, de apenas un par de décadas atrás en el tiempo, en 2008, a Carla, una joven periodista se le acaba de morir su abuela, y al funeral asiste una mujer mayor a la que nunca había visto antes, su madre le conmina para que evite relacionarse con ella.

Ese es el punto de inflexión de la novela, puesto que desoyendo el consejo de su madre, decide ir a hablar con esa mujer, Isadora, que le narrará su historia, la historia de una feld-hure en el campo de concentración de Ravensbrück durante la 2ª Guerra Mundial.

Ambas tienen sucesivas conversaciones en las que Isadora va contando sus vicisitudes a Carla como un relato que debe salir del anonimato y traducirse en un supuesto libro.

La historia de Isadora comienza ya en la Guerra Civil española, procedente de una zona rural de España, la apenas niña se instalará en Madrid junto a sus padres y hermano, y su tía, su tía Teresa, una mujer roja (de ideas) y roja de pelo. En realidad son todos ellos de izquierdas, y además activos, con lo que a los hombres les tocará luchar contra el incipiente enemigo fascista, y a ellas su parcela de intentar mantenerse con vida a la par que hacen sus pinitos en esa guerra más callada de la propaganda.

El padre moriría fusilado y la familia, Isadora, su madre y su tía, deciden huir del país y marchar a Francia, no solo para poner distancia espiritual y temporal sino en búsqueda del hermano de Isadora, Ignacio, del que no tienen noticias desde hace tiempo y las informaciones lo dan en el país vecino.

Es consabido que terminado el conflicto bélico en España, en Europa hay vientos de guerra, y además con una presumible conflagración que pondrá en riesgo a buena parte del mundo occidental y a las grandes potencias. Por tanto, podríamos decir que pasan de Guatemala a Guatepeor, y la presión de las tropas nazis ya presentes en París, hacia donde se han dirigido para intentar seguir el rastro de Ignacio, es tan asfixiante que poco podrán hacer para contener la cascada de miedos y delaciones que corrompe la población parisina. Las tres mujeres darán con sus huesos en el campo de concentración alemán de Ravensbrück, que traducido al español tiene el siniestro nombre de «Puente de los cuervos», casi como un símil fatal de los militares nazis y toda la organización periférica que volverán a conceder al ser humano el dudoso honor de ser la más execrable de las creaciones de un ente superior, si lo hubiere.

La madre de la joven Isadora morirá al poco tiempo, ya que como idea estratégica del exterminio había que deshacerse de las personas más mayores y más débiles; Isadora será separada de su tía, a la que luego verá morir en persona en un espectáculo de crueldad por parte de las guardianas nazis del campo de concentración, convertidas en bestias y utilizando su raciocinio para idear las torturas más descabelladas. También conocerá que el exilio de su familia a Francia en busca de su hermano no sirvió para nada, pues la informarán que él jamás llegaría a salir de España y que se suicidó, en un hecho real, en un barco que iba a zarpar del puerto de Vigo.

Pero para cuando ocurra eso, Isadora, que ni siquiera ha cumplido los 18 años habrá sido seleccionada como feld-hure, esa puta de campo, descripción que reitera hasta la saciedad la autora, aun cuando no creo, reitero, que alguien que en contra de su voluntad pueda ejercer la prostitución pueda ser calificado de tal modo, no desde luego ni para ella ni para el mundo racional y sí tal vez para los depravados nazis que la obligaron a ello.

Serían varios años de sufrimiento, de bajezas, de atrocidades, de horror..., los calificativos serían interminables. Además Fermina no se anda con chiquitas y para proporcionarle más crudeza narra escenas de sexo explícito. El saber que eso existió, y así fue, refuerza todos mis principios sobre la mediocridad de los seres humanos, despojados en no pocas ocasiones del hecho de ser individuos con capacidad de decisión y raciocinio, y convertidos no ya en animales, que los animales tienen más dignidad y se mueven por una suerte de binomio instinto-necesidad, sino en objetos inanimados.

El tiempo transcurrido en Ravensbrück constituye el bloque central y más extenso del libro, es esa parte que no deja de ser interesante para mí, pero que a fuerza de repetirse una y otra vez en novelas y producciones cinematográficas, me parece como si ya lo tuviera asumido; es duro, mucho, pero ya no me sorprende tantísima suciedad.

Isadora madurará a la fuerza en ese cautiverio y hará amistades que la acompañarán en la liberación del campo; era una libertad esperada pero es evidente que para mucha gente superar esa especie de síndrome de Estocolmo no sería fácil, volver a una vida medianamente normal, a recuperar la humanidad, a intentar recomponer una vida rota con tantas pérdidas detrás. La historia (ficticia) de Amadora narra una vuelta atrás, primero a París y finalmente a Madrid, borrando su pasado, no ya de prostituta, sino de cualquier elemento que pudiera haberla hecho una nueva víctima del franquismo asentado y reinante en España.

La protagonista resistirá pese a las penalidades y con el fin de su historia conecta con Carla, que prometerá contar una vida durísima y que no puede quedar en el anonimato, no desvelo más.

Curiosamente y esto ya fuera del argumento en sí del libro, al parecer puede que existieran españolas que estuvieran en campos de concentración ejerciendo como feld-hure (obligadas), y aunque no suelo mirar demasiado en Internet, parece que sobre el libro, relativamente reciente, se ha cernido la sombra de la polémica puesto que la Amical de Ravensbrück, asociación dedicada a la memoria de las deportadas republicanas españolas a ese campo de concentración y exterminio ha calificado de sensacionalista y plagada de mentiras y que no se tiene constancia de que hubiera españolas entre las feld-hure.

En todo caso y con todos los peros que he puesto, la novela es dinámica, a quien le guste la dureza del relato, y la doy por buena tan solo por el hecho de que fueran de la nacionalidad que fueran hubo mujeres que fueron violadas en los campos de concentración para divertimento y ensañamiento de los nazis y eso no merece el olvido.

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