Ya lo he comentado en más de una ocasión desde esta atalaya de mis pensamientos escritos que me gusta poco el sesgo de los medios de comunicación que es fronterizo con el adoctrinamiento consistente en que el centralismo es preponderante, se ocupan de lo que ocurre en Madrid, del clima de los Estados Unidos y las guerras de Gaza y de Ucrania, pero hay mucho más que Madrid, los huracanes o las nevadas en Carolina del Norte y otras guerras que no son las referidas y que nos importan menos tal vez porque mueren negros o gente que no es blanca como nosotros.
No lo podemos evitar, estamos metidos en ello, en el cine también, las carteleras son de películas estadounidenses, españolas y alguna que otra europea que se escapa. ¿Es que no se hace buen cine en otros países o simplemente cine (porque muchas veces nos tragamos unos bodrios...? Y siempre me he rebelado ante esto, en mi blog he traído películas armenias, búlgaras, checas, senegalesas, hongkonesas, brasileñas, indias…
Claro que se hace buen cine en Estados Unidos, y también malo, la llamada «Meca del cine», pero también hay cine en India o China y nos llega muy poco, y son un mercado que consume muchísimo y ahora ya manejan bastante presupuesto. Pero ¿y Rusia o antes la URSS?, no, no hablemos de la guerra, ni lo juzguemos todo porque ahora gobierna un sátrapa como Putin, en Rusia se hace cine y hay obras maestras.
Como nos llega tan poquito del cine que no sea europeo occidental y estadounidense, hay que intentar separar el grano de la paja, también hay que saber buscar y a veces no es tan sencillo, no obstante, lo que es bueno se aprecia y basta con observar las críticas generalizadas, siempre hay que medirlas con tiento, desde luego, pero cuando mucha gente opina bien sobre algo piensas que tanto personal no puede equivocarse, con lo que mínimamente hay que darle un voto de confianza.
Así que aquí tenemos a Stalker, una película rusa de 1979, por aquel entonces Unión Soviética, del genial Andrei Tarkovsky, probablemente el mejor cineasta ruso de la historia. Una película que cuando la terminé de ver me dije que era una obra maestra, y eso que es difícil de entender en algunos pasajes, pero es que igualmente pensé que si la película la viera otra vez seguro que la entendería o también tal vez me surgirían nuevas dudas o reflexiones que en un primer visionado no había tenido.
A todo esto hay que decir que el largometraje dura más de dos horas y media y para nada se hace pesada aunque dé la impresión de ser todo muy sombrío y asfixiante, a mí la propuesta me pareció muy interesante y por los sorprendentes giros que tiene no se me hizo pesada.
Un stalker podría ser un explorador, se trata en realidad de la figura del protagonista que es una especie de guía real y espiritual de grupos de personas que quieren acceder a una zona en la que cayó hace tiempo un meteorito y está vetado el paso por la policía, pero él se las arregla para saltarse el perímetro y entrar en «la zona», lugar que se caracteriza, teóricamente, por ser «espiritualmente» diferente al resto del mundo que conocemos.
Con este stalker accederán al enclave un profesor y un escritor, dispuestos a conocer los misterios de «la zona». El profesor parece un tipo recto, con principios, pero tal vez desencantado con la vida; por lo que respecta al escritor es un pasota, un oportunista, quizá pretende buscar experiencias para una nueva obra.
Tras entrar con dificultades leves y algún que otro soborno con un jeep de la marca Land Rover, no descarto que se hubiera fabricado en Linares, llegan a ese espacio que no es nada anormal, en principio, es un simple lugar al aire libre, con naturaleza agreste y aparentemente inofensiva, aunque el stalker se mueve como si hubiera minas a cada paso.
Los tres personajes conjugan las escenas en las que van cambiando de lugar con diálogos muy profundos sobre religión, moral y las grandes preguntas que siempre se ha hecho la humanidad, discuten entre ellos y a veces se enzarzan.
Lo de los cambios de escenario es de lo que más me gusta, de ese espacio natural que podría ser un valle cualquiera, se adentran en edificios en ruinas, saneamientos, alcantarillados, con mucha agua, todo en un ambiente muy sórdido y poco higiénico. Y lo que me gusta es que es como un laberinto que tampoco llegas a entender mucho, o sí, porque esos escenarios tan deprimentes, que podría ser una fotografía del mundo de hace cuarenta años y que es válida en el mundo actual, lo importante no es el contexto sino las personas, porque los personajes llenan de color con su narrativa esos espacios inhóspitos.
Uno de los grandes pilares de la narración es el horizonte de alcanzar un espacio, una habitación, en la que los deseos de los que se adentran en ella se hacen realidad. El stalker lucha por llegar allí y finalmente los otros dos personajes deciden no acceder, tienen miedo a enfrentarse a sus propias realidades, a sus propios destinos.
Stalker es una película ambigua, surrealista, pero riquísima. Cada escenario, cada diálogo nos permitirá plantearnos muchas dudas existenciales, y al final la conclusión puede ser la que cada uno queramos, pero yo me quedo con que siempre hay esperanza y que en un mundo manifiestamente mediocre somos las personas las que tenemos el verdadero poder de cambiarlo, cada día, y aunque sea con pequeños gestos.
Comentarios