"CHEFS", DIVERTIMENTO ASEGURADO DURANTE NOVENTA MINUTOS A CARGO DE LA COMPAÑÍA YLLANA

Me dispuse a ver otro teatro de humor, valor tengo, por aquello de que me cuesta que una obra de teatro o cualquier cosa me arranque a reír, y porque lo que veo últimamente abusa del chiste fácil y zafio, pero lo de que fuera puesta en escena por el grupo Yllana me llamaba la atención.

El proyecto de Yllana, que ya lleva casi treinta y cinco años en los escenarios, es una propuesta de humor gestual y casi mímico, o si hay palabras, estas están en un segundo plano, supeditadas a los movimientos y a la acción en el escenario.

Los he visto varias veces en televisión en programas de variedades donde hacían apariciones breves, a modo de miniteatros de cuatro o cinco minutos de duración y son de esas actuaciones que, como poco, te llaman la atención y se asientan en tu cerebro. Por cierto, aunque valga como curiosidad, el célebre actor Antonio Pagudo, que sale en la serie «La que se avecina», fue integrante de esta compañía antes de proyectarse al estrellato.

Así que me dispuse a ver «Chefs». Este es uno de los varios proyectos que lleva en paralelo la compañía, porque tiene un elenco de actores amplio, que van entrando y saliendo, y que bien representan con continuidad en Madrid o son itinerantes por todo nuestro país e incluso por el extranjero; imagino que varios actores se saben distintas obras y eso le da cierta flexibilidad al negocio, sobre todo para actuar fuera de la seguridad de un escenario fijo. La idea de este humor ha funcionado y difícilmente se verá limitado en los próximos años, porque donde va llena.

Y lo de su extensión al extranjero tiene su razón de ser, porque en sus espectáculos gestuales el lenguaje es lo de menos, y si se utiliza es perfectamente entendible porque es una muleta, un apósito que sustenta levemente la acción.

Curiosamente vi la obra en Bailén, mi ciudad, donde no es habitual que el escenario esté lleno, cosas que tiene el pueblo, pero la entrada era razonablemente buena, aunque no la que me gustaría porque eso significaría que la cultura llega y es deseada por más gente.

Es un tópico pero también es la realidad lo de que es más difícil hacer reír que llorar, pero cuando tienes un espectáculo de noventa minutos que es humor todo el rato ya hay casi que bordarlo. Y no le den vueltas esto es humor humor, nada de crítica social, es lo que es, es reírse, si acaso, de la sociedad, de nosotros mismos. Así que con noventa minutos, además muy intensos, sin respiro, confieso que me despertaron las sonrisas, afortunadamente.

Debo afirmar que hay un guion muy maduro, muy elaborado, porque rezuma mucha inventiva para enlazar un gag con otro, y dentro de cada uno generar un montón de golpes graciosos, chistes rápidos, tropiezos exagerados, subtramas que derivan en otras más demenciales, escenas surrealistas…

Y el lenguaje, lo que decía, en esta obra está más presente que en otros miniteatros que he visto en la tele, pero no nos engañemos, ni siquiera es el español. En la obra tenemos francés, italiano e inglés, como diría José Mota, un poco «inventados», y al final de cada frase inventada, de vez en cuando, el español, por aquello de «¿es que eres tonto/a y no te has enterado?», para terminar en gloria, carcajada para muchos, la perorata soltada en ese idioma ficticio con reminiscencias de países cercanos, que apuntala lo dicho.

Chefs es efectivamente ese reírse del protagonismo de cierta gastronomía elitista, que parece que es toda, pero que en realidad es una parte muy mediática y diría residual, la cual pretende fusionar todo, minimizar al máximo y cobrarnos un pico. La hay y quizá se abusa de ella; como digo, el día a día es otro y cerca de donde vives tienes ese sito de siempre con las tapas de siempre o donde te puedes comer un buen plato de puchero, la sagrada comida de madre.

Por eso este chef venido a menos no da con la tecla, del estrellato cae a las profundidades y a partir de ahí tiene que crecer, y lo hará con lo que siempre supo que funcionaría, con la receta de «la mama», y de ahí vendrá la fusión, el sacar de quicio las recetas y después la nada, el plato que tiene más nombre que ingredientes y que esos esnobistas prefieren por esas ínfulas que algunos tienen de ir a ese sitio y gastarse tanto dinero.

Mientras nos cuentan esa historia, que tampoco digamos que es un argumento muy lineal, donde además los cuatro actores cambian de personaje (salvo tal vez el principal, el chef) e interaccionan entre sí; asistimos a microhistorias, esos miniteatros a los que yo aludía, donde los actores derrochan muchas tablas, improvisando (lo cual es de lo que más sonrisas me despierta, por la rapidez de reflejos que tienen) e interactuando con la gente. Algunos espectadores se convierten en personajes e incluso parte del patio de butacas también se convierte en una extensión del escenario, donde los actores nos hacen participar con sus ocurrencias más o menos escritas.

Una divertida obra apta para todos los públicos, aunque tal vez un niño pueda no entender algunos giros, pero también se va a reír y no poco, algunos efectos especiales por aquí, un poco de micromagia por allí y ya tenemos una hora y media de fabuloso entretenimiento que te hará abstraerte durante ese tiempo y olvidar algunos malos pensamientos.

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