UN ACERCAMIENTO A LA FILOSOFÍA ACTUAL A TRAVÉS DEL GRAN HANS MAGNUS ENZENSBERGER

Cuando a uno le pasan cosas chungas y sufre desearía que no le hubieran ocurrido, no obstante, a toro pasado y con el duelo ya hecho con sus cinco fases terminadas, trata de ver una oportunidad en la adversidad y extraer consecuencias positivas.

El año pasado andaba yo por estas fechas inmerso en una montaña rusa de emociones, que ahora la percibo como surrealista, porque cuando te pasan cosas extraordinarias con tanta fugacidad casi te parece que no lo viviste. El caso es que en ese ínterin hubo algo positivo que entresaqué y es que logré estimular otros horizontes culturales a mi existencia.

Casi de surrealista puedo cifrar cómo llegó a mi vida este filósofo, Hans Magnus Enzensberger, y es que conocí a una chica extraña en su concepción y en su aspecto, que más allá de hablar de temas mundanos, muy poco para ser justos y como debe ser, pues me acercó a este filósofo, como me acercó a algunos poetas que yo no conocía; y claro yo no me podía quedar sin adentrarme ellos, no debía perder la oportunidad de ver qué se escondía tras ellos. Aquello también me pareció surreal, mucho, porque de cualquier persona al azar uno espera que hable de lo cotidiano y nada de lo divino, y el recuerdo que tengo de esta mujer es todo lo contrario, la volví a ver un mes después, y ya, nada.

Lo cierto es que lo de Enzensberger fue todo un hallazgo, me descargué algunos libros suyos más por curiosidad que otra cosa, a sabiendas de que la filosofía es una rama tan compleja que yo no logro muy bien entender qué nos quieren decir los filósofos, ya me costó hace años leer el célebre «El mundo de Sofía», de Jostein Gaarder, considerando que no llegué a comprender todo de todos los filósofos, como tampoco llegué a profundizar en esa asignatura que cursé cuando estaba en el instituto, imagino que adquirí lo justo para un aprobado y poco más.

Y no creo que la culpa la tengan los filósofos, más bien seré yo, que no llego a más, porque han estado gravitando a lo largo de la historia de la humanidad en intentar hacernos entender este mundo tan complejo, y a veces las explicaciones e interpretaciones que hacen del mundo no dejan de tener también su cierta complejidad.

Pues que no conociera yo a Hans Magnus Enzensberger es casi un delito, y es que por encima de la relevancia que ha tenido este hombre en la filosofía contemporánea, fue Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2002, se ve que en esa época yo estaba más perdido que encontrado, porque el nombre y, no es de los que uno se pueda olvidar por lo rimbombante, no me sonaba de nada.

Precisamente si algo tienen que proporcionar los filósofos de hoy es la domesticación de un sinfín de temas que giran a nuestro alrededor. Los filósofos deben erigirse en esos intérpretes de la realidad social, intentando despojarse de toda ideología, para hacerla más comprensible. Y es que en esta sociedad actual en la que se ha impuesto la polarización, el blanco o el negro (azul o rojo en la política), cuando siempre opino que la verdad está en el gris; requerimos fuentes objetivas, solventes y honestas que nos ayuden a conformar una opinión real de todo lo que nos rodea.

Así que con alguna reserva que otra, porque no soy mucho de leer ensayo y menos filosófico, y porque tenía la duda de si lo que tenía enfrente iba a ser sumamente complejo, he de decir que la primera obra que leí de este filósofo fue «El hundimiento del Titanic», y me llamó mucho la atención, un librito escrito en 1978 y que reflexionaba acerca de la arrogancia del ser humano ante la naturaleza; aprovechaba el hito del Titanic para construir un microcosmos en el que nos interpela acerca del egoísmo, el afán de modernidad o las utopías.

Como no me desagradó me dije que aceptaba el reto y me dispuse a afrontar «El perdedor radical» (2002), un elocuente ensayo en el que analiza a aquellos seres humanos, perdedores casi por naturaleza, tal vez porque la sociedad les ha negado su lugar, lo cual genera en determinadas personas una frustración e impotencia que los llevan a hacer toda una serie de atrocidades, a proveerse de una tremenda energía destructiva en lo que puede ser su propia liberación personal. Es especialmente reseñable cómo se lamenta de que el mundo islámico se haya radicalizado tanto en los últimos tiempos, casi en los últimos siglos, criticando abiertamente que lo que era la cuna de la civilización hace siglos, donde el saber era una enseña, eran hábiles en todo: arquitectura, arte, literatura, ingeniería…, hoy son uno de los pueblos más retrasados culturalmente de la sociedad a causa de la radicalización de sus dirigentes, y al nada baladí dato de que las mujeres, el 50% más o menos de su capital productivo, están en muchos países relegadas al más absoluto ostracismo. Me gustó mucho esta parte y la he comentado en estos meses con amigos, porque Enzensberger no culpabiliza al islamismo como tal pero sí que subraya que no haya un líder relevante en el mundo musulmán, o el mismo pueblo, capaz de abanderar una cruzada en favor de la moderación, de la modernidad sin dar la espalda a las creencias, y del lavado de imagen y generación de confianza en el resto del mundo. Me fascinó este ensayo, el que más de todos.

Si algo tiene de versátil la filosofía es que nos ayuda a entender el mundo, como ya he dicho, en todas sus múltiples expresiones. Un buen filósofo que se precie ha de ser capaz, por aquello de que es una privilegiada mente pensante y docta, de acercarnos a disciplinas áridas o difícilmente comprensibles para el común de los mortales. Una de ellas es las matemáticas, la mayoría de la gente hemos tenido nuestros más y nuestros menos con esta asignatura. En «El diablo de los números» este filósofo germano lleva a cabo un acercamiento a las matemáticas con explicaciones sencillas para un niño que está apenas naciendo al conocimiento, a través de un diablillo que se aparece todos los días al infante y le va abriendo las puertas de este apasionante mundo con secretillos, trucos, conocimientos de cultura general que ni siquiera yo conocía, haciendo del libro un recorrido muy ameno y romántico.

No menos apasionante es la economía, tan simple y tan compleja a la vez, es otra disciplina en la que ni en lo micro ni en lo macro llegaré a entender del todo jamás, de hecho, cuanto más experiencia adquiero más dudas me asaltan. Pues en el ensayo-cuento «¡Siempre el dinero!», la tía abuela de tres niños (otra vez niños y eso da idea del perfil divulgativo y con un lenguaje casi para tontos del bueno de Enzensberger) aborda grandes y pequeños problemas de la economía, asuntos de andar por casa que muchas veces nos hemos planteado, como por qué no nos dan los bancos centrales más billetes a los ciudadanos para poder gastar más. Esas y otras muchas cuestiones más o menos profundas de la economía son destripadas para que nos resulten más fáciles de comprender en este cuento protagonizado por una entrañable tita.

También es muy curioso «Un puñado de anécdotas. Opus incertum». En él se nos retrata el propio Hans Magnus Enzensberger, porque es casi una autobiografía contada de una manera graciosa y ya tiene su enjundia, sí, porque es muy valeroso contar sin excesiva carga emocional cómo fue su vida en plena ebullición del nazismo, su auge, la 2ª Guerra Mundial, y la compleja posguerra en su Alemania natal, así como su posterior proyección en los estudios que lo llevaron a quien llegó a ser. Es particularmente relevante que reflexione acerca de que un país con la extensión que detentaba, con el número de habitantes que tenía y con los recursos, nunca ilimitados, disponibles, pudiera osar poner en jaque a buena parte del mundo, y pasó lo que pasó que tarde o temprano de tanto tensar se rompió y perdió la parte que a priori era más débil.

Y termino con el último libro que leí de este filósofo, tampoco pretendía alcanzar toda su obra, que es casi como un corolario de este hallazgo para mí. En «Panóptico», obra de 2016, unos años antes de su muerte, falleció en 2022, se editó esta colección de artículos periodísticos seleccionados de diversas publicaciones. Es un resumen de su vida y de su estilo, una colección de enseñanzas, de modos de afrontar la vida, de explicaciones radicalmente sensatas y visionarias sobre cómo entender el mundo que nos rodea…, todo ello con su sello propio, desenfadado, gracioso e incisivo.

Una mente abierta este Hans Magnus Enzensberger al que siempre tendré en mi recuerdo y al que hay que acudir hoy para interpretar casi cualquier tema de actualidad, porque si los filósofos son eternos, si hay uno que es contemporáneo a nosotros todavía conectaremos con mucha mayor facilidad.

También como colofón y en una suerte de guiño que solo hago para mí, aquella chica que conocía hace un año y a la que es muy probable que no vuelva a ver jamás, como no entendía bien lo que era Enzensberger, yo pensé que era un poeta, puesto que a la par me recomendó leer la poesía de Oliverio Girondo, y me instó fervientemente a que viera la película argentina-canadiense, surrealista, esto ya es para nota, titulada «El lado oscuro del corazón», basada en la vida del propio Girondo, y muy centrada en la poesía, curiosamente uno de los personajes en Mario Benedetti, interpretado por él mismo y declamando sus poesías en alemán, toda una joya, la película y lo de Benedetti.

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