Se ha dado la circunstancia, no buscada expresamente por mí, de que he leído en apenas un mes tres libros relacionados con nuestra Guerra Civil, un subgénero que no me atrae especialmente, aunque desde luego esta novela sí que ha sido elegida por mí.
Era casi de obligado cumplimiento que la leyera, no acostumbro a reseñar buenísimas novelas en este blog, sobre todo si han sido grandes éxitos, como es el caso, porque eso se lo suelo dejar a los expertos. Cuando se ha escrito tanto sobre alguna creación no creo que yo tenga que decir nada relevante que se haya dicho ya.
Pero es que me toca la fibra, creo que a buena parte de la gente que lo ha leído. Ya se confirmó que «La península de las casas vacías» fue uno de los grandes fenómenos literarios de 2024, yo particularmente recuerdo que en mis viajes por España del año pasado la veía en las librerías, en los estantes de la sección de grandes almacenes…, y me decía que ¡vaya!, un chico de provincias, de la de Jaén, la mía, había cruzado el umbral del ostracismo literario y estaba pisando terrenos gloriosos.
Pues por eso la leí, porque a lo mejor tanta fama implicaba que no todo el mundo estaba equivocado y esta vez sí, merecía la pena leer algo de la Guerra Civil; y en segundo lugar porque es de Jaén, y porque, ya lo sabía, el libro tiene su origen en un pueblo de mi provincia, Jándula, que en realidad es Quesada.
Jándula (Quesada) e Iberia (España) son dos de las licencias que se permite el ubetense David Uclés para conformar lo que los críticos han querido definir como un relato entroncado en el realismo mágico español. Pero vayamos por partes como diría un buen político corrupto fraccionador de contratos, apenas hará un par de meses que volví a leer por segunda vez «Cien años de soledad», uno de los grandes hitos de la novela hispanoamericana y escrito en español, el culmen sin duda del realismo mágico. El realismo mágico es una suerte de aderezo multicolor que permite a los autores expandir su imaginación para insertar una multitud de pasajes inventados y de todo punto imposibles, alimentado por un exceso y una exageración exacerbados.
Ahora lee uno esta novela que está plagada de secuencias también imposibles más allá de la pluma de David Uclés y piensa en su propia ignorancia si el concepto «realismo mágico» no es en realidad una suerte de paradoja o una antilogía, porque cada escena que se sucede en la novela y que es antinatural me sugiere que ese estilo narrativo más bien debería definirse como irrealismo.
A todo esto, es evidente que David Uclés no sólo conoce lo que es el realismo sino que debe haber sido un lector minucioso del gran Gabriel García Márquez, no me cabe ninguna duda. Al fin y al cabo es un estilo y como tal ha pensado que esta sería la mejor forma de expresión de lo que nos quería contar.
Y por encima del realismo o irrealismo mágico, esta novela es global, holística, omnisciente y pedagógica. Es, como han señalado, algunos críticos una novela excesiva, pero en el buen sentido, porque tiene ese exceso bueno, porque no solo supera lo imaginable, sino que sobrepasa los datos que cualquier novela histórica buena nos podría ofrecer, esta se supera.
Pero no es una novela histórica en sí, porque tal y como le ocurre a «Cien años de soledad» tiene todo tipo de adminículos, por eso, porque es holística, tiene drama, tragedia, comedia, costumbrismo, y sí mucha historia, en este caso de España y de la Guerra Civil.
Y también tal cual fuera la familia Buendía, inspirada en algunos familiares de García Márquez, aquí la novela se vertebra a través de la familia Ardolento (o Arlodento porque en algún momento de la historia de la familia se anotó mal y ya no se supo cuál de los dos apellidos era el correcto), también basada en antepasados de David Uclés. También hay un patriarca sobre el que gira la acción, generaciones arriba y abajo, Odisto, el padre de una gran familia sobre la que se irá contando como gran hilo conductor la Guerra Civil que, como inevitablemente cabe imaginar, irrumpe de lleno en sus vidas y las trastoca para siempre.
Una de las características del realismo mágico como concepto es, ya lo sabemos, la normalización o cotidianidad de sucesos imposibles, aquí en esta novela diría que más que sucesos extraordinarios, que los hay, los personajes, todos, adquieren poderes sobrenaturales, sobrehumanos, son magos algunos, por aquello del realismo mágico, pero otros son su antítesis, pues sufren todo tipo de males, como si estuvieran marcados desde su nacimiento.
Una amiga mía de Úbeda me comentó que este ubetense era licenciado en Historia porque el libro rezuma muchísimo de esa materia, pero no, hizo la carrera de Traducción e Interpretación, así se ha ganado la vida desde que terminó, casi hasta ahora que ya se dedicará a escribir. Lo curioso es que esta novela ya la había escrito con 20 años, actualmente tiene 35, y en ese momento ninguna editorial quiso publicarla. En estos años ha seguido documentándose y perfeccionando sus pasajes para ofrecernos un producto muy maduro y redondo. Siruela apostó por ella y el resultado ha sido extraordinario.
Si bien es cierto que la novela tiene como temática principal la Guerra Civil, a través de la constante referencia narrativa de la familia Ardolento, es también un repositorio de tradiciones y costumbre de todo un país, yo me identifico bastante con muchas de las que cuenta acerca de Jaén. Pero es más, también es como un inventario del acervo cultural de España, un almacén de lugares curiosos, un catálogo de personajes históricos…
Y es que David Uclés nos ofrece una novela fácil de leer, absolutamente entendible más allá de la magia infinita de sus personajes, pero que tiene cierto punto de experimentalidad que no distorsiona el relato. De vez en cuando se sale de la novela para hacernos partícipes, por ejemplo, de una ficticia reunión de literatos; cuenta también con un personaje que de vez en vez va haciendo augurios; algunos personajes históricos de la época también cobran vida; otros que aparecen citados a través de alguna reseñas o palabras que dijeron en sus vidas; y también y muy interesante es que el propio narrador se convierte en una especie de personaje que interactúa con sus creaciones para intentar, sin éxito, modificar el curso de la historia.
No es apolítica la historia pero no es tendenciosa, y el que lo haya visto así ha leído sesgadamente, así lo señaló David en una entrevista. Él ha intentando ser lo más equidistante posible, pero inevitablemente la historia es la que es, unos ganaron y otros perdieron, la historia siempre la escriben los que ganan, los que ganan someten a los que pierden, y desde luego, en cualquier guerra todos perdemos. Se narra lo malo que hicieron unos y otros en la Guerra Civil (o como él lo llama en el libro, en un guiño más al realismo mágico, los hunos y los hotros), lo que pasar es que luego Franco tuvo casi cuarenta años a explayarse.
Centrados en la Guerra Civil, David Uclés hace un recorrido preciso por los hitos más importantes de la contienda, y subraya que la Guerra la perdieron los republicanos por la caótica organización que tuvieron, todo lo contrario que los sublevados.
Sí que merece por una vez leer una novela de la Guerra Civil, y esta es buena. Uclés ha puesto el listón muy alto y hacer algo de semejante calidad le va a costar mensurar enormemente lo que quiera hacer a partir de ahora.
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